La Ministra de Economía Felisa Miceli sostiene que la inflación argentina de hoy es una consecuencia o residuo del ajuste de precios relativos que se disparó tras la devaluación de 2002. Además considera que por lo menos habrá que esperar hasta el 2008 para que el reacomodamiento termine y que este “larga duración” (6 años desde 2002) es bueno porque evita cambios bruscos de precios (sic).
Lo que no se entiende, después de tan onírica conceptualización de un fenómeno retrógrado como la inflación, es que hayan retornado los controles de precios.
Estos han fracasado de manera rotunda, no sólo en el pasado, sino también en el presente. Productos de consumo básico, fuertemente controlados por el gobierno como el pan, las facturas, los fideos, las galletitas, en lo primeros 8 meses de 2006 han tenido más inflación que en el mismo período de 2005. No sólo esto, la desaceleración de los precios que se verifica en 2006, ha ocurrido como consecuencia de la prohibición de exportar carne decretada por el gobierno y las “limitaciones voluntarias” de las empresas para vender lácteos al exterior.
La tesis de la inflación residual sería válida si, luego de la devaluación, “todo lo demás” (variables exógenas, como por ejemplo, los instrumentos de política económica) hubiera permanecido constante. Seguramente observaríamos un rápido descenso de la tasa de inflación doméstica a niveles internacionales. Sin embargo, lejos estuvieron nuestros precios de dibujar esa figura. En 2003, un año después de que el peso se depreciara más de 67% nominal, la inflación fue de sólo 3,7%. En 2004 saltó a 6,1%. En 2005 se duplicó a 12,3% y en 2006 será algo más baja (10%) por las prohibiciones y limitaciones para exportar productos agropecuarios claves en el IPC.
¿Por qué hay inflación? La economía ha gozado, desde mediados de 2002, de un espectacular aumento de la absorción doméstica debido a una caída en la salida de capitales de más de 24% del PBI (gran parte de ella es mérito del gobierno por haber ajustado el fisco respecto nuestra histórica tendencia a los déficits) y de un shock exógeno favorable de términos del intercambio 5% del PBI. Simultáneamente, a pesar que la inversión ha crecido de manera extraordinaria y ya está en niveles record históricos, sin duda que lo ha hecho mucho menos (y así la oferta) que si las reglas de juego hubieran sido estables y competitivas en vez de las actuales volátiles y corporativas.
Encima el gobierno le agregó: 1) restricciones a la competencia importada de sectores “sensibles” que enfrentaban una demanda recalentada; 2) una caída en el superávit fiscal de 2% del PBI en los últimos 2 años; 3) suba de costos empresarios por aumentos de salarios del 75% nominal para el promedio de la economía y 4) una devaluación del peso del 7% en el último año para reestablecer el margen de ganancia industrial perdido por el aumento de salarios y del gasto público (para el gobierno, el agro sólo sirve para proveerle alimento barato a la industria vía retenciones y prohibiciones para exportar).
En un contexto como el descripto más arriba, la inflación de hoy está provocada por el activismo de política económica del que tanto se enorgullece el gobierno. De residual no tiene nada.
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La “Teoría Moreno”
Pero si existe una explicación novedosa y rara de porqué hay inflación en la Argentina y cómo se la combate, es la que desgranó el Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, en oportunidad de su visita a la Comisión de Comercio de la Cámara de Diputados el miércoles pasado.
Moreno considera que “hoy estructuralmente no hay espacio para que haya inflación porque sus causas tradicionales estaban vinculadas a la necesidad de financiar el déficit fiscal primario y a los desequilibrios en el sector externo que generaban un desorden en el tipo de cambio, como sucedió en 1966 y en el 2001. Dado que ambos factores fueron resueltos por el modelo de producción y empleo desplegado por el Presidente Kirchner, con un superávit fiscal primario que oficia de ordenador de nuestro modelo de desarrollo, no puede haber inflación”.
Luego Moreno continúa diciéndonos que “la causal de la inflación en los últimos 20 meses (fines de 2004/principios de 2005) es la descoordinación de las decisiones empresariales intra cadena y entre sectores, frente a la cual el gobierno tiene la obligación de apaciguar la aceleración de la inflación, en la cual influyen las decisiones de las empresas que necesitan elevar sus precios, las que están administradas por funcionarios que a mayor rentabilidad mas ingresos personales tienen y las firmas que ante los primeros movimientos por las dudas elevan los precios”.
Sigue Moreno explicando que “para separar a unas de otras, mi Secretaría a cargo implementó como técnica analizar la polinómica de costos de las empresas a las que se le suma una tasa de ganancia razonable. En ese marco apuntó que “los primeros acuerdos de precios con cadenas productivas eran escritos y que ahora ya se observa que la mecánica del acuerdo generó una tendencia de comportamiento, que busca acercar las posiciones de los actores de un mismo mercado. Este proceso es producto del conjunto de los actores de la economía que actúan en la sociedad. La desaceleración de la inflación es un hecho colectivo voluntario”. Y concluye “no hay control de precios sino control de los costos y la proyección de inflación prevista en el proyecto de Presupuesto Nacional 2007 (7%) es una tasa ordenadora para el conjunto de los agentes económicos”.
O sea, para Moreno el mercado es malo porque genera inflación, entonces tiene que aparecer el dictador benevolente del gobierno para poner las cosas en su lugar controlando precios. Esta tesis de la inflación es tan disparatada y su remedio (el control e precios) tan fracasado que no merece mayores comentarios. Pero es justo reconocerle a Moreno el mérito haber actuado, parcialmente, con sinceridad.
Hace ya 18 meses que hay controles de precios, pero es la primera vez que un funcionario muy comprometido con la causa kirchnerista admite que existen. Por eso Moreno ha sido honesto al admitir que en Argentina hoy se controlan precios. De todas maneras, cuenta la mitad de la historia cuando nos dice que sólo hay monitoreo de costos. Los costos son precios de insumos que, a su vez, determinan los precios finales. Así que controlar costos es controlar precios. Además, los acuerdos de precios que involucran a precios finales son muchos más que los que “fijan” costos.
Finalmente, resulta temeraria la afirmación de Moreno de que el 7% de inflación que el gobierno estima para 2007 en el Proyecto de Presupuesto es “una tasa ordenadora”. Si para contener los precios de 2006 en 10% (elevadísima) el gobierno ha llegado al absurdo de prohibir exportaciones y recientemente, ha sancionado una resolución dirigida específicamente contra una compañía como Shell que decidió vender un nuevo gasoil más caro, en un acto claramente reñido contra nuestra Constitución ¿hasta donde piensa llegar con los aprietes en 2007 para bajar a 7%?
(*) Nota publicada en La Nación del 01-10-2006 en página 2, Sección Economía & Negocios