El balance tiene puntos muy antitéticos. Tiene grandes claros y grandes oscuros.
El gran claro sería el importante cambio que el país ha hecho, al menos hasta ahora y para bien, en sus cuentas públicas. La Argentina perdió casi medio siglo por su pésimo manejo fiscal.
A partir del ajuste de impuestos que la Argentina comenzó a hacer en 2003, hoy tenemos el cuarto año de superávit fiscal después del pago de intereses e incluyendo provincias. Ese cambio, junto con una política monetaria prudente en la segunda mitad de 2002, evitaron la hiperinflación cuando gran parte de la sociedad la esperaba. Este shock favorable fue central a la ahora de explicar la espectacular recuperación que hemos tenido hasta el presente.
Importa resaltar que pocas veces en la historia el país ha logrado recuperaciones similares a la presente. Algo como esto ocurrió en a fines del siglo XIX, entre el fin de la primer guerra mundial y la crisis de 1930 poco después del fin de la segunda guerra mundial y en los primeros cuatro años de convertibilidad.
Para fines de 2006, el PBI per capita va a superar el máximo histórico de mediados de 98, la pobreza habrá bajado de 57,5% a menos del 30%; el desempleo, de 25% a menos de 10%, igual que la indigencia.
Los oscuros son tan fuertes como los claros. La mejora en las cuentas públicas se ha logrado en base a exprimir a impuestos al sector privado, en vez de controlar el gasto público, que hoy, si se excluyera la baja en los intereses por la renegociación de la deuda, ya se acerca (en términos reales) peligrosamente a los máximos históricos.
La discrecionalidad en la fijación de reglas de juego es permanente. Es una locura contener la inflación metiéndose a controlar los márgenes empresarios con gestualidad stalinista. La economía se ha cerrado tanto que ni siquiera tenemos comercio libre con Brasil, como mandaba el Mercosur. Se comete el absurdo de transformar un sector eficiente y pujante como el agro (uno de los pocos que realmente tiene ventajas comparativas en la Argentina respecto del mundo), en un parásito al servicio de la provisión de alimento barato para la industria.
El crédito público externo ha sido destrozado por la manera en la cual se reestructuró la deuda pública. Se ha golpeado muy duro al espíritu inversor en el exterior con el desastre que el Gobierno ha hecho con las privatizadas. Además, ha obligado a los privados argentinos a defaultear los contratos con privados del exterior, como es el caso de la suspensión de exportaciones de energía a Chile y Uruguay, junto con la suspensión de las exportaciones de carne y la presión para autorregular las exportaciones de trigo.
Hemos reñido prácticamente con todo el mundo civilizado, salvo con Chávez, Evo Morales y Fidel Castro. Más allá de esto, 2006 seguramente será el cuarto año de crecimiento consecutivo al 9 por ciento. Pero es imposible que la economía crezca durante 25 años al 9 por ciento como China. En el mejor de los casos, si se bajan impuestos, y más todavía el gasto público, se abre la economía y se regenera el estado de derecho, el país puede aspirar a crecer al 4,5% anual como Chile lo hace ya desde hace más de dos décadas. El gobierno de Kirchner está haciendo la inversa.
(*) Nota publicada el 24/05/2006 en La Nación on line (www.lanacion.com.ar)