Mas allá de las oscilaciones de muy corto plazo, en general el mercado sigue bastante pesimista respecto de la evolución del dólar. Sin embargo, no habría que descartar que la moneda norteamericana ya haya tocado una suerte de piso, aunque probablemente al mercado le tome una buena parte del tercer trimestre en curso convencerse de ello.
Uno de los motivos por los cuales el dólar no colapsaría, a pesar de que EE.UU. tiene un enorme déficit fiscal, equivalente al 5% del PIB, es que los bancos centrales de Asia necesitan diversificar sus monedas de reserva. Dicho sea de paso, la dificultad que ha tenido el dólar para quebrar la barrera de los 107/110 yenes es un mensaje que debería ser tomado muy en serio. Si el dólar no cae contra el y en ni tampoco respecto de las monedas asiáticas contra la cuales EE.UU. tiene su espectacular déficit en cuenta corriente, es muy difícil prever cómo se producirá la corrección a la baja del dólar que muchos analistas estadounidenses pronostican. Pero ¿se producirá tal corrección a la baja?
Como para que las cosas sigan sin estar totalmente del lado de los pesimistas del dólar, los anuncios de la FED en sus últimos dos comunicados, a propósito del aumento de la tasa corta, indican que la economía china se desacelera menos de lo esperado. Las autoridades monetarias del país asiático han estado esperando que el trabajo de enfriamiento de su propia economía lo haga la FED, que a su vez nos está diciendo que el abandono de la política monetaria acomodaticia será realizado “suave y armoniosamente”.
En consecuencia, los precios del petróleo permanecerán firmes durante un período más prolongado de lo que podríamos haber imaginado al principio del rally que se iniciara en los albores de 2002. En estas circunstancias existe el riesgo de que Europa pueda intentar fortalecer al ya fuerte euro para evitar amenazas de inflación en una economía amenazada por pérdidas de productividad respecto a la estadounidense. En cualquier caso, la perspectiva del dólar, aunque menos buena que antes, sigue siendo auspiciosa.
La recuperación de la economía norteamericana no es una entelequia; es algo muy real. Greenspan tiene razón cuando sostiene que la expansión de la demanda se está ensanchando y que el salto inflacionario es temporario. La sensación existente a veces en el mercado, de que en EE.UU. existen amenazas de “estanflación” (estancamiento económico más inflación), es lo opuesto de lo que los datos económicos están indicando.
Existe una confusión entre la primera y la segunda derivada sobre el crecimiento económico y la inflación. El sentimiento de estanflación proviene largamente de la segunda derivada mientras que la primera sigue mostrando bases sólidas para el optimismo. Muchas de las deliberaciones de la FED en sus dos últimas reuniones han sido sobre cuestiones vinculadas al lado de la oferta de la economía, esto es, mercado de trabajo, márgenes de ganancias, productividad, precios de la energía, output gap, etc.
Es cierto que estamos en presencia de una recuperación de la economía con un mercado de trabajo que está por debajo de lo que podría esperarse, comparado con expansiones similares del pasado. Sin embargo, esto ocurre como consecuencia del bajísimo costo relativo del capital respecto del trabajo que bien podría corregirse a futuro, a medida que Greenspan continúe subiendo la tasa de interés.
Además, el salto en la inflación durante el primer semestre de 2004 (cosa que se desaceleró algo en el segundo trimestre) coincidió con las ganancias corporativas más elevadas desde 1983, lo cual, y de acuerdo con las propias palabras de Greenspan, no es una situación sostenible, o por lo menos lo que no es sostenible es la velocidad del incremento en la tasa de ganancias corporativas.
Respecto de la deuda, el tópico preferido de los pesimistas para justificar su pronóstico negativo sobre la evolución del dólar, es importante recordar que el principal argumento del estímulo monetario en las recesiones es que el sector privado se anime a tomar deuda. Greenspan ha puntualizado que una gran parte del endeudamiento de las empresas y de las personas es de largo plazo y a tasa fija. Si muchos tomadores de préstamos en los EE.UU. han estado sacando ventaja de los créditos hipotecarios a tasa flexible (y baja) en los años recientes, podrían activar una bomba de tiempo en la medida que la subida en las tasas de interés fuera acompañada por un debilitamiento del mercado de trabajo. Pero no parece ser éste el escenario
más probable.
En definitiva, apostar al colapso del dólar no parece ser la jugada más razonable.
Nota Original: AMÉRICA ECONOMÍA | 09/09/2004