La clave de la recuperación económica sustentable de nuestro país será una realidad cuando nos libremos de la presión ideológica que ejercen, aún, quienes desde el neoliberalismo, y a pesar del manifiesto fracaso que protagonizaron en la década pasada, le quieren hacer creer a la sociedad que la globaliza ción -que privilegia los intereses de los países centrales-, la apertura indiscriminada de los mercados y la especulación financiera son la solución a todos nuestros problemas.
Esta línea de pensamiento, que tiene como libro sagrado el denominado "Consenso de Washington" realizado en 1989 entre académicos y economistas estadounidenses, miembros del gobierno de ese país y funcionarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, propició, entre otras cosas, cómo quedarse prolijamente con nuestra riqueza. Y lo están logrando.
De allí abrevaron sus ideas "revolucionarias" los neoliberales vernáculos, como los Espert y otros, que se dedicaron sistemáticamente a destruir el aparato productivo del país y le arrebataron -con su slogan de todo por dos pesos- la dignidad del trabajo a cuatro millones de argentinos.
Estos defensores del capitalismo internacional nunca aceptaron el disenso. Creyeron en su receta mágica, y de allí pregonaron con éxito inusitado que todos los que defendíamos la economía real éramos ineficientes o retrógrados.
Muy a pesar de ellos, y luego de la devaluación, quienes sobrevivimos a la debacle productiva pudimos ejercer nuevamente nuestro derecho al trabajo, fomentamos el empleo y contribuimos a bajar la desocupación.
Nuestra vocación productiva no consiste en llenarnos los bolsillos a costa del consumidor, ni tampoco queremos cerrar las fronteras para abusarnos de un mercado cautivo, como proclaman falsamente los neoliberales.
Procuramos invertir, producir con calidad, ser competitivos, salir al mundo con valor agregado -no solamente con commodities- y generar riqueza para todos los actores de la producción, cumpliendo con la responsabilidad social que tenemos, como empresarios, de dar trabajo y bajar el desempleo.
Los neoliberales, que idealizan su visión de grandeza, se rasgan las vestiduras cuando escuchan la palabra protección en los países en desarrollo. Pero los hechos nos demuestran que los países desarrollados protegen sus mercados en aquellos productos que consideran sensibles, como los agrícolas, los alimentos, los textiles y el acero. Me pregunto: ¿por qué la Argentina no puede hacer lo mismo?
La posición de la Fundación Pro Tejer con respecto al Mercosur y países de extrazona ha sido clara. No solicitamos proteccionismo ni que el Gobierno invente ningún mecanismo que ponga en peligro el desarrollo regional ni nuestra inserción en el mundo. Pero no podemos ser ingenuos. Nuestro socio mayoritario, que es Brasil en lo que respecta a sus exportaciones de textiles, decidió, el año pasado, que su primer mercado del mundo fuera la Argentina. ¿Esto es un signo de integración o por el contrario sufrimos, como hemos dicho, una invasión comercial?
Hoy nos preocupamos porque Brasil denuncia que 1000 operarios quedarían en la calle por el acuerdo bilateral en la línea blanca. ¿Será entonces que para el Mercosur son más importantes los obreros brasileños?
¿Esos 1000 trabajadores no son iguales a los miles que la Argentina perdió, cada vez que una planta cerró sus puertas en nuestro país y decidió mudar sus fábricas a Brasil? ¿Nos hemos olvidado, por ejemplo, de la amenaza del ex presidente Cardoso de cerrar sus fronteras con la Argentina por el conflicto automotor desatado durante el gobierno de Menem?
En esta estrategia de proteger sin vergüenza nuestra industria, defendiendo públicamente nuestra posición, viajamos a China, acompañando al Presidente en su gira oficial, con el fin de preservarnos de la amenaza que supone ese país para nuestro sector.
Sin embargo, y respondiendo a nuestra vocación inversora, hemos negociado la compra de bienes de capital a través de créditos del banco BICE por US$ 250 millones y exploramos la posibilidad de generar inversiones en la Argentina, por intermedio de joint ventures con empresarios chinos.
Con estas iniciativas, el desarrollo de un plan nacional de generación de empleo a través de la agroindustria textil y con el 68% de los empresarios textiles que quieren invertir para ampliar su capacidad instalada, incorporando bienes de capital, desmentimos con hechos la versión antojadiza de los personeros del neoliberalismo que acusan a nuestro empresariado de no arriesgar nada, olvidándose mágicamente de otros miles de empresarios y trabajadores que lo perdieron todo