Contra lo que asegura el Ministerio de Economía, la inversión medida en dólares, en pesos o como porcentaje del PBI; aún no alcanza niveles récord.
Dicen que hay dos formas de faltar a la verdad: mintiendo o apelando a las estadísticas. Cuando semanas atrás Anne Krueger declaró que la Argentina no conseguiría inversiones si no llegaba a un acuerdo con los acreedores, el Gobierno replicó que la número dos del Fondo Monetario Internacional estaba mal informada y que la inversión estaba en su máximo histórico.
"La inversión en el primer trimestre subió en el orden del 50 por ciento respecto del mismo perídodo de 2003 y entre 13 o 14 por ciento contra el cuarto trimestre", dice Sebastián Katz, subsecretario de Programación Económica. Lo que Katz no dice es que, sin tomar en cuenta el 2002, el primer trimestre de 2003 fue el peor en términos de inversión de los últimos doce años. El Director de Política Macroeconómicas, José Luis Maia, tampoco se quedó atrás y destacó: "La inversión en términos del producto creció más de lo que se podía esperar y mientras en el primer semestre de 2002 esa relación que era del 10,6 por ciento, hoy está en el orden del 18,5 por ciento". Más allá del entusiasmo de los funcionarios, no es una novedad que el PBI argentino representa menos de la mitad de lo que era hasta antes de la devaluación. Por eso, y aunque haya crecido en relación con el PBI, la inversión medida en dólares o en pesos a precios constantes, se ha desplomado.
A pesar de la notable recuperación del último año que los analistas estiman en 30 por ciento, la inversión sigue muy por debajo del récord que alcanzó en 1998. En el último gran año de la convertibilidad, la inversión bruta llegó a los 60 mil millones de dólares mientras que la de 2003 habría sido de 21 mil millones de dólares y la de 2004 se estima en 24 mil millones.
"Hay mucha más inversión de la que dicen las tapas de los diarios, en más de dos años creció un 30 por ciento", se quejó Javier González Fraga. "Los 24 meses pasados fueron los mejores de los últimos 30 años desde el punto de vista macroeconómico", se ufana el flamante presidente del Fondo Nacional de las Artes.
En realidad, el crecimiento de la inversión es impresionante y está muy por encima de lo previsto, pero ni aún así se alcanzan los niveles de inversión de años realmente críticos como el 2001 cuando la inversión bruta fue de 38 mil millones de dólares. Incluso descontando el efecto de la devaluación, la inversión tampoco alcanza niveles históricos. Medida en pesos a precios constantes de 1993, la inversión bruta fija de 2003 se ubica un 12 por ciento por debajo de la de 2001 y es un 40 por ciento menor al récord de 1998.
"La inversión bruta interna aumentó mucho pero no aumentó tanto como para cubrir la amortización bién calculada. El año pasado la inversión bruta fue de 21.000 millones de dólares pero la amortización o depreciación del capital fue de unos 23 mil millones de dólares. Esto quiere decir que la inversión neta es negativa", asegura Orlando Ferreres.
Mientras en los ’90 hubo años en los que la inversión neta se ubicó entre los 7 mil y los 11 mil millones de dólares, el número actual sería negativo en dos mil millones de dólares. "Estamos amortizando la gran inversión que se hizo antes. Los políticos no saben que el primero de enero tienen que juntar 23 mil millones de dólares sólo para reponer lo que se gastó el año anterior y algo más si quieren crecer algo. Si conocieran esta cuenta se dejarían de decir las pavadas que dicen todos los días", arriesga Ferreres.
Pero para llegar a la conclusión de que se está invirtiendo más que nunca, el Ministerio de Economía no se basa en ninguno de estos números sino en un cálculo que estima la inversión bruta como porcentaje del producto bruto interno. "Estamos con una tasa de inversión del 19 por ciento del PBI que es todo un récord histórico", aseguran los funcionarios de Economía. Sin embargo, ni siquiera esto es verdad. "No es cierto que estemos por encima de los niveles de 1998, en aquel momento la inversión representaba un 20 por ciento del producto y ahora es del 18 por ciento. De todas maneras, es un resultado extraordinario porque estamos a sólo dos puntos del récord de los últimos 15 años y esto se consiguió sin flujos de capitales del exterior y gracias a una importante caída en la salida de capitales", dice José Luis Espert. El economista, de todas formas, cree que la respuesta oficial a la funcionaria del FMI no fue del todo feliz. "Lo que quiso decir Krueguer es que como la Argentina no puede sostener indefinidamente la inversión a partir del efecto soja y del boom que provocó la desaparición del pánico, va a necesitar flujos del exterior. Sin crédito externo para países con baja productividad y economías cerradas como ésta, es difícil crecer", dice Espert.
Y para recibir crédito la Argentina tiene una larga lista de temas por solucionar que no se agotan sólo en la reeestructuración de la deuda en default sino también en temas como la coparticipación federal, la renegociación de los contratos de las empresas privatizadas y la estabilidad de las reglas comerciales del Mercosur. El reciente cambio en los aranceles para electrodomésticos y productos textiles provenientes de Brasil implican un cambio en los precios relativos que, precisamente, son la guía sobre la cual se deciden las inversiones. Inversiones que hoy deberían encontrar un gran incentivo en el agotamiento de la capacidad instalada de las empresas, básicamente en sectores como el de la siderurgia, los textiles, alimentos, maquinaria agrícola, petróleo, petroquímica, celulosa y papel. Según la última encuesta encargada por IDEA a la consultora D’Alessio Irol, un 39 por ciento de los 220 ejecutivos consultados declaró que está operando por encima del 85 por ciento de su capacidad instalada mientras que un 31 por ciento lo está haciendo por encima del 70 por ciento.
Pero poner esos proyectos en marcha dependerá de que se logre crear un ambiente pro inversión que aún no se vislumbra. A los temas que el Gobierno ha postergado se suman otros que nublan el horizonte como la creciente inseguridad, los conflictos con los piqueteros y la interna Kirchner- Duhalde. Algunas empresas multinacionales que han solicitado ser receptoras de nuevos proyectos de inversión encuentran resistencia en sus casa matrices debido a estos problemas que, para colmo, suelen ser magnificados por los medios extranjeros.
Un ejemplo es Mercedes Benz que debe decidir en los próximos 12 meses en cuál de sus plantas va a fabricar el utilitario que reemplazará al Exprinter y que comenzará a venderse durante 2007 en todo el mundo. La Argentina es la gran candidata ya que es la única planta del mundo que fabrica este utilitario fuera de Alemania, pero los alemanes todavía dudan. La situación social, el enrarecido clima que se respira en el Mercosur y algunas deudas con las terminales que el Estado argentino no ha honrado como las del plan canje que suman unos 350 millones de dólares, pueden jugarle en contra. "tenemos que trabajar para crear las condiciones que hagan posibles las inversiones. La situación general de la economía es buena pero además necesitamos lograr simetrías en las normativas vigentes dentro del Mercosur, estabilidad jurídica y resolver el tema de la inseguridad", dice Enrique Federico, director de Relaciones Públicas de Mercedes Benz.
Más allá del clima, los casos y las polémicas; es innegable que se ha logrado un crecimiento extraordinariamente veloz de la inversión que coincide con el agotamiento de la capacidad instalada. Pero ahora viene lo más difícil, ampliar las capacidades de producción implica inversiones más cuantiosas y a más largo plazo. La incognita pasa por saber si el Gobierno será capaz de crear el clima para conseguirlas. De eso dependerá que en los próximos años haya nuevas inversiones o no.