Habrá colapso del gasto público

Como consecuencia de la demagogia, populismo, corporativismo y corrupción de nuestra clase política, todos los ajustes se hacen mal. Defaulteamos mal y devaluamos peor. Ahora se viene un ajuste brutal y descontrolado del gasto público a través de la inflación y/o la destrucción del precio de los bonos provinciales.

Nadie está condenado al éxito (el Presidente Duhalde se equivoca) ni al fracaso. Si las cosas se hacen bien, los resultados (no de manera inexorable) serán buenos y si se hacen mal, las consecuencias serán malas. Y al respecto, cuando uno observa lo que hace Argentina en política económica, la conclusión es que sin dudas hace muy mal las cosas y he aquí los resultados.

Cuando defaulteamos la deuda, en vez de armar un programa coherente que le sirviera al país y también permitiera pagar una deuda reprogramada con quita sobre el capital, primero negamos durante todo 2001 que la deuda pudiera ser repudiada y cuando el default era inexorable, terminamos con el mamarracho del Congreso aplaudiendo de pie la suspensión de pagos. Cuando devaluamos, primero demonizamos a todo aquél que sugiriera la devaluación como una consecuencia lógica del disparate de atraso cambiario que habíamos acumulado en la última década (la tasa de desempleo en niveles récord históricos era un claro indicador de ello) y después hicimos el zafarrancho de la pesificación para licuar las deudas de los que hoy pasaron a gozar del calor del poder.

En materia fiscal, lo que se hizo en la última década no tiene perdón de Dios. Tuvimos y perdimos una oportunidad histórica para dejar de hablar de los problemas fiscales porque el aumento de recaudación fue de casi $40.000 millones, aún teniendo en cuenta los costos fiscales de la reforma previsional. El aumento del gasto público volcado a la demagogia, populismo, corrupción y negocios de los políticos fue tan grande que terminamos en el bochorno de la cesación de pagos, precedido por el anuncio del déficit cero en julio del año pasado cuando la suerte del default ya estaba hechada.

La cesación de pagos, nos ha convertido en verdaderos leprosos en el mercado financiero internacional, porque nadie está dispuesto a poner dinero “fresco” en nuestro país (dólares más allá de los mínimos pagos de la deuda que hagamos). Cuando se proponía una baja del gasto público de $15.000 millones para evitar el default, Cavallo contestaba que “no éramos creativos” ¡Allá fuimos a parar con sus aberrantes alquimias! Y los políticos agregaban que no teníamos sensibilidad por la gente. Esto era y es una burda patraña ¿O acaso es tener insensibilidad, criticar las coimas del Senado, los ñoquis y la “caja” política de la corrupción que un conspicuo miembro de la corporación política como el “sonrisal” de Rodríguez Saá ha denunciado? Así llegamos al presente.

¿Cómo está hoy la situación fiscal? Totalmente fuera de control.

Para empezar, una cosa es no pagar intereses de la deuda y otra totalmente distinta es decir que estamos bajando el gasto público en intereses. No pagar (de la manera que hemos hecho) aquello de lo cual vivimos durante una década como ocurrió durante los diez años de convertibilidad, es estar fuera del Planeta Tierra tal como era el sueño de Alfonsín cuando decía ¡Qué lindo sería contar con la plata de los intereses para reactivar el mercado interno! No pagar la deuda, con aplausos de nuestro Congreso y sin comenzar negociaciones serias porque todavía existe un déficit fiscal primario a nivel consolidado de casi 4% del PIB, es esto que estamos viviendo hoy en Argentina: implosión de la economía, desempleo rampante, falta de crédito para importar, etc.

El verdadero gasto público en intereses es el devengamiento de intereses que se va realizando y acumulando sobre la deuda porque no los pagamos. No incurramos hoy en la misma mentira de Cavallo al principio de la convertibilidad cuando emitía papeles de deuda para consolidar deuda vieja y decía que no era déficit fiscal porque he aquí las consecuencias. Aunque la deuda no se pague porque somos muy “machos”, el taxi de los intereses (y de gasto público) sigue corriendo.

Muy probablemente, los pagos de intereses en 2002 sumando Nación y Provincias, no lleguen a los $8.600 millones. Sin embargo, el devengamiento llegará a los $21.000 millones. La recaudación de impuestos, a pesar de un impuestazo de $7.000 millones lanzado por el gobierno nacional, caerá a nivel consolidado $5.100 millones porque la implosión de la economía está haciendo colapsar la recaudación federal y provincial. Esto nos llevará a un déficit primario consolidado de $10.500 millones. Con $8.600 millones de pagos de intereses, el déficit fiscal consolidado de caja “pinta” para $19.100 millones: $11.600 millones de la Nación y $7.500 millones de Provincias. Para llegar a los $4.500 millones ($3.000 millones de Nación y $1.500 millones de Provincias) que pide el FMI faltan $14.600 millones que es el ajuste de gasto primario que hace años es necesario hacer, con la gran diferencia de que antes era para el equilibrio fiscal y ahora es para tener un “pequeño” déficit y esto es consecuencia de que hacemos las cosas muy mal. Todo a destiempo y, por lo tanto, de manera descontrolada. Respecto del déficit devengado, mejor no dar detalles: superaría los $50.000 millones. O sea que el déficit fiscal, aún teniendo en cuenta el impuestazo de Duhalde, tiende a ser en 2002, más de 4 veces el que pide el FMI. Por lo tanto, hoy, hablar de un acuerdo con el Fondo, suena a discutir sobre el sexo de los ángeles. Pero supongamos que el gobierno americano se asusta un poco por los problemas que podemos agregarle al Cono Sur en un momento en que Colombia está que arde, en Venezuela está el “intelectual” de Chávez y en Brasil Lula crece en las encuestas como las favelas y nos da apoyo para que el FMI firme, el acuerdo se circunscribirá al desembolso de los fondos para que le paguemos la deuda a los organismos internacionales, o sea, no será plata fresca aunque sí un alivio para las reservas del BCRA de Blejer.

¿Cómo financia la Nación un déficit de $11.600 millones? Emitiendo dinero (o con reservas), dado que hemos recuperado la tan ansiada, por Duhalde y Alfonsín, “soberanía” monetaria, con lo cual duplicaremos la cantidad de dinero en el curso de 2002 ¿Nos puede llevar esto a la hiperinflación? Sí puede. En el mejor de los casos nos lleva a una inflación minorista de 50% entre puntas (20% en promedio) ¿Cómo financian las Provincias un déficit fiscal de $7.500 millones? Emitiendo los bonos “truchos” que ya usan desde hace rato cosa que llevaría a casi duplicar la cantidad de bonos en circulación.

Esto es lo mismo que decir que los bonos provinciales perderán valor a la velocidad del rayo (hiperinflación en esos bonos) respecto del peso y del dólar. Así las cosas, el gasto primario que los políticos se han negado a bajar sistemáticamente por las buenas, lo verán bajar por las malas, ya sea con alta inflación (en pesos o en los bonos) o con hiperinflación (en pesos o en los bonos) porque su caída real estará cerca de los $12.000 millones a lo largo de todo 2002 y será de $15.000 millones entre puntas bajo el supuesto que no hay indexación salarial en el sector público. Si la hubiera, la hiperinflación estaría a la vuelta de la esquina.

De todas maneras, el gobierno tiene algún margen y algún tiempo para demorar el deterioro del precio de los bonos contra el peso, profundizando el proceso de transformación de los bonos provinciales en cuasimonedas cosa que ya está haciendo. Hasta ahora, sólo podían aceptar Patacones y LECOPS para cancelar préstamos el Banco Nación, el Ciudad y el Provincia. Pero en ningún caso se podían pagar los resúmenes de las tarjetas de crédito mediante bonos. Ahora el BCRA autorizó a las entidades financieras a aceptar Patacones y LECOPS para el pago de créditos personales, hipotecarios, prendarios y los resúmenes de tarjeta de crédito. Sin embargo, cada banco podrá establecer los porcentajes que recibirá de los títulos. También todavía le queda algún margen al gobierno en el corto plazo para evitar un mayor deterioro de los bonos y del peso contra el dólar, más aún en la medida en que se llegue a un acuerdo con el FMI que le permita al BCRA no usar reservas para pagar deuda y que le queden “sanas y salvas” para bajar el tipo de cambio, tal como Duhalde y Blejer han dicho.

Sin embargo, sólo estamos hablando que el gobierno puede todavía “comprar” algo de tiempo. El colapso del gasto público será inevitable con sus posibles consecuencias de fuertes conflictos en las provincias.

Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 13/03/2002

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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