Un corso a contramano (*)

El programa económico de los Kirchner se basa en los tres pilares fundamentales de la mayoría de los planes populistas y decadentes que peronistas, militares y radicales han aplicado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días (es mentira el cuento progre que desde 1976 hasta 2001 todo fue un continuo de liberalismo torturador o corrupto).

En primer lugar está la protección de la industria nacional adoptada como filosofía de vida (y no como medida circunstancial como casi todos los países hicieron en el período entre guerras) a partir de la teoría Prebisch-Singer de principios de la década de 1950 (60 años atrás) que consideraba a la tendencia secular al deterioro de los términos de intercambio, como la causa de que las economías en desarrollo cayeran en un estado de "dependencia" del primer mundo, convirtiéndose en productores de materias primas en una relación empobrecedora de "centro-periferia" con sus metrópolis. Para que estos países puedan entrar en una senda de desarrollo sostenido es necesario proteger y promover la sustitución de importaciones.

Para maximizar la protección efectiva a la industria, Argentina tiene los altos aranceles a la importación de productos finales que fijó el Mercosur, los muy bajos para la importación de insumos, las suspensiones de licencias automáticas de importación, resurrección de las licencias no automáticas, la aplicación de valores criterio, los mecanismos de acción competitiva de Lavagna, la infinidad de medidas de salvaguardias, cupos a la importación y los derechos antidumping que hoy crecen como hongos y ya tienen niveles altísimos, a tal extremo, que somos el cuarto país del mundo que más reclamos de esta índole ha presentado a la OMC desde inicio del Mercosur en serio en 1995 y en el primer semestre de 2008 (último dato).

Tan grosera es la parafernalia proteccionista que aplica nuestro gobierno, que Brasil acaba de oficializar la amenaza de denunciarnos ante la OMC por el cierre de la economía que estamos haciendo ¡cuando es el único país grande del globo con el que supuestamente tenemos libre comercio! Y eso que hasta hace poco, nuestro vecino era más proteccionista que nosotros.

Luego, el cavernícola proteccionismo industrial que los Kirchner aplican, continúa por el lado de las exportaciones agropecuarias con niveles alucinantes de retenciones, prohibiciones para exportar, cierres de los registros de exportación, destrucción del Mercado de Haciendo de Liniers y el Concentrador de Frutas y Verduras, un precio fijado por el Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno para el tambero, otro distinto para la industria láctea, el encaje productivo y el límite a la faena de ganado vacuno. Todo para que los salarios reales sean altos, la industria haga el mínimo esfuerzo para pagarlos, gane mucho dinero y se desarrolle. El broche final del proteccionismo “desarrollista” del gobierno está constituido por las retenciones a las exportaciones de petróleo o aranceles a su importación dependiendo si el precio del barril está por encima o por debajo de los u$s 42 y las prohibiciones a exportar energía para el que el suministro quede dentro de las fronteras del país a precios administrados por el arquitecto Julio de Vido.

Las desastrosas consecuencias de lo que el gobierno ha hecho con la producción dirigida al comercio exterior están a la vista. No sólo está comenzando a caer la producción de carne sino que nos estamos comiendo el stock de capital porque cada vez se faenan más hembras. Si nos salvamos de tener que importar carne en los próximos años sólo será porque los Kirchner no nos pueden sacar de la recesión en la que ellos nos metieron en 2009. Lo mismo está pasando y puede ocurrir con la caída de la producción de petróleo, gas, trigo (de 16 millones a 8,2 millones de toneladas en esta campaña), maíz (de 22 millones a 14 millones de toneladas en esta campaña) y de muchos productos lácteos (había 15.000 tambos en 2002 y hoy hay sólo 10.000).

Sin embargo, la ilusión kirchnerista y de gran parte de nuestra impresentable clase política es seguir blindando a la Argentina de la amenaza de la competencia importada y de los "malditos" productores agropecuarios y petroleros que quieren privar a nuestro pueblo de comida regalada y surtidores con nafta barata.

El segundo pilar es la redistribución, igualitaria en lo posible, del fruto del crecimiento logrado con la "defensa de la industria nacional", mediante un estado gigantesco. Hoy el gasto público es de un récord histórico (60 años) de 33% del PBI, aumentó $250.000 millones en 6 años y se financia con una presión impositiva del 50% del PBI sobre el sector blanco. Obvio que si para gastar hay que robar, las instituciones son una molestia. Por eso desaparecieron de un plumazo las AFJP después de 15 años de existencia. Y si hay que cambiar el voto una década y media después para subsistir del conchabo público, está todo más que bien. Después de todo, para eso están los legisladores del partido.

A pesar de un aumento impresionante de la recaudación de impuestos de $260.000 millones desde 2003 (fruto de la creación de nuevos impuestos y de un crecimiento económico del 50%) y de una reestructuración salvaje de la deuda pública en 2005 que logró una quita de u$s 63.700 millones de valor presente (40%), la política fiscal del gobierno ha sido tan irresponsable, que hoy tiene que rascar hasta el fondo del tarro todos los meses para no defaultear la deuda pública y evitar así una corrida bancaria y cambiaria en un año electoral clave como 2009.

Tercer pilar, infaltable en un gobierno peronista: los negocios y negociados.

Este el modelo aplicado durante 7 años desde la devaluación y casi 6 años de kirchnerismo ¿Puede haber generado este mamarracho el crecimiento económico más grande de nuestra historia como dijo la Presidenta Kirchner?

Primero, es falso el récord al cual aludió Cristina. Un período más importante de crecimiento que duró nueve años, de 1881 a 1888 inclusive, mostró un aumento del PBI de casi 146%, con picos del 26% (1882) o más del 17% (1885). Otro lapso más prolongado fueron los doce años que van desde 1903 hasta 1913, pero la suba del PBI fue del 111%. Además, el verdadero aumento del PBI entre 2003 y 2008 no fue de 66% como dijo la Presidenta, sino de 50%.

Segundo, Eduardo Duhalde, después de haber fundido a la Provincia de Buenos Aires y a su banco en su paso por la gobernación durante los 90, se redimió tomando dos medidas fundamentales en 2002 siendo presidente: congeló el gasto público nominal en el medio de una devaluación homérica y, desde mediados de año, dejó de emitir moneda a pesar de que parecía que los bancos se caían por la corrida y el pudrimiento de sus carteras crediticias. Con eso, se evaporó la sensación de hiperinflación que había y así, la fuga de capitales que tuvo un máximo de 20% del PBI en el segundo trimestre de 2002, desapareció poco antes de que su ahijado Néstor llegara a la presidencia en mayo de 2003. La consecuencia fue una explosión de la demanda interna de consumo más inversión durante el período 2003-2008.

Otro impulso favorable equivalente a 20% del PBI que recibió nuestro gasto interno en el período, fue como consecuencia de la espectacular suba en los precios de nuestros productos de exportación debido a su vez al dólar barato en el mundo (la "timba de los alimentos" como dijo la Presidenta en julio de 2008) y hubo un adicional de 5% del PBI por aumento en las cantidades exportadas por el histórico crecimiento que experimentaba la economía mundial (no tanto a raíz del dólar caro argentino ni mucho menos por las políticas oficiales).

En total, 45% del PBI (20%+20%+5%) de impacto favorable sobre nuestra demanda interna por cuestiones totalmente ajenas a la "genialidad" económica de los Kirchner (para explicar un crecimiento del PBI de 50% en el período). Esto fue soja y suerte y nada más.

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En el presente, la economía argentina ya están recesión, pero la desaceleración comenzó hace casi un año cuando el gobierno, con la resolución 125, trató de enviar a la quiebra al campo sacándole toda la rentabilidad que tenía para seguir con su proyecto gastomaníaco, clientelista y corrupto. El enfrentamiento provocó una fuga de capitales de 5% del PBI que se agrandó hasta los 15% del PBI cuando siete meses más tarde la Presidenta anunciaba que le iba a robar todos sus ahorros a los que habían optado por el régimen de capitalización creado mediante ley del Congreso 15 años antes. Todo esto dio comienzo a la caída en el nivel de actividad que casi todo el mundo hoy ya percibe con claridad. En el medio, se derrumbaron los precios de nuestros precios de exportación porque el dólar comenzó a fortalecerse frente a casi todas las monedas y además cayeron fuerte las cantidades de ventas al exterior (Wall Street ya empezaba a hablar de un posible default de Argentina otra vez). El impacto negativo sobre nuestra demanda interna fue de 5% del PBI y 2% del PBI respectivamente. Por las diferencias de magnitudes (20% versus 7%), es obvio que las cuestiones internas pesan más que las nubes negras que vienen de afuera para explicar nuestra recesión de hoy.

¿Puede ser entonces que el modelo que fue un lastre para crecer en la etapa de vacas gordas (2003-2008), el que nos tiene fuera del planeta y el que explica la mayor parte de la recesión de 2009, sea necesario profundizarlo y exponerlo al primer mundo como ejemplo de lo que tienen que hacer para solucionar sus problemas tal como sugirió, de manera amenazante, la Presidenta en la Asamblea Legislativa del domingo pasado? Absurdo, ridículo. Es más, cuanto antes comencemos a hacer la inversa de lo que hace hoy el gobierno, mejor.

Los países desarrollados están tratando de salvar a sus quebrados sistemas bancarios con intervenciones del Estado y nacionalizaciones limitadas y transitorias que, de todas maneras, implican licuaciones del poder político de los que hicieron malos negocios antes del estallido de la burbuja. El caso emblemático ha sido la estatización parcial del Citibank en los EE.UU. En Argentina, los banqueros que prestaron mal en los ´90 (y que hablaban maravillas de la convertibilidad así como ahora lo hacen con el modelo productivo) fueron salvados por el trío dinámico Duhalde-Kirchner-Lavagna con la emisión de u$s 10.000 millones de deuda pública que tendremos que pagar con más impuestos los ciudadanos de a pie. Claro, hay que aprovechar toda oportunidad propicia para generar clientes políticos donde sea.

Además, por ahora, el primer mundo está recurriendo poco al gasto público del tipo "hacer pozos y taparlos" que tanto aman los Kirchner para transformar a los argentinos en entes genuflexos. A lo sumo, como cambio estructural de largo plazo, tendrán que hacer una grosera reforma financiera que limite el "pedal" y los apalancamientos extravagantes que se veían hacia mediados de 2007, pero los preceptos capitalistas de libre competencia, estado mínimo o si es grande (Europa) que preste servicios, respeto a las instituciones y excelencia educativa, no los cambiaran por la maloliente "biblia pinguinera".

En Argentina, la intervención del Estado que llevan a cabo los Kirchner está destruyendo al sector exportador tradicional en aras de un desarrollo industrial arcaico y decadente, creando nuevos empresarios al calor de negocios corruptos con el Estado, enfermando a la sociedad de clientelismo y amiguismo, borrando cualquier atisbo de mínima institucionalidad razonable que pudiera existir, haciéndose cargo de una empresa inviable como Aerolíneas, consagrando la indignidad y la traición como la regla de juego para estar vigente en la política y aumentando tanto el gasto público que si llegamos a defaultear otra vez la deuda, nos convertiremos en indeseables habitantes del Planeta Tierra que reestructuran sus pasivos dos veces en menos de un lustro.

Y lamentablemente, es cierto lo que dijo una vez nuestro genial Adolfo Bioy Casares en "…en nuestro país, el olvido corre más rápido que la historia". Por lo tanto, todo puede seguir repitiéndose.

(*) Parte de esta News fue publicada en La Nación, sección Economía & Negocios bajo el título "Un corso a contramano", página 6 el 08-03-2009

José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

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