El condenado cambia de radio sin avisar (*)

En tan sólo una semana, en su gira por EE.UU., el ministro Lousteau comenzó negociaciones por nuevos créditos con organismos internacionales por u$s 15.500 millones, dejó trascender rumores de un nuevo canje de deuda pública y buscó destrabar las negociaciones con el Club de París, con el que mantenemos una deuda en default de u$s 7.000 millones. O sea, salvo los hold outs y el FMI, casi todos los prestamistas de la Argentina recibieron el acercamiento del gobierno de Cristina de Kirchner.

¿Por qué tanta preocupación otra vez por los pagos de deuda pública? La explicación central se encuentra en el superestresante perfil de vencimientos de capital «relevantes» en el período 2008-2011. Es decir, aquellos títulos públicos y préstamos garantizados cuyo pago debe hacerse con cash sin la posibilidad del roll-over automático que tienen los adelantos transitorios del BCRA, las Letras intrasector público y, a veces, algunos organismos internacionales.

Entre 2008 y 2011, vencen u$s 30.892 millones de capital, 75,6% más que en 2004-2007, es decir, un promedio de u$s 7.723 millones por año. Teniendo en cuenta que la Argentina es capaz de colocar a Venezuela u$s 1.500 millones anuales y al mercado interno otros u$s 3.000 millones (los mercados externos se encuentran aún cerrados para la Argentina por los hold-outs y el nuevo default que constituye el dibujo en la inflación del INDEC), si se repitiese para 2008-2011 la estructura de desembolsos y pagos de capital con los organismos internacionales de 2006 a 2007, el gobierno tendría un «agujero» de financiamiento de u$s 7.306 millones ( considerando una colocación neta de deuda intrasector público -ANSeS, AFIP y Lotería Nacional- de u$s 1.260 millones), 50% mayor que el «rojo» de 2004-2007, de u$s 4.831 millones.

¿Cuál es la gran diferencia de fondo, tanto cuantitativa como cualitativa, entre ambos períodos? El resultado de ingresos menos gasto público. El mejor año fiscal del modelo productivo fue 2004 con un superávit, después del pago de intereses e incluyendo a las provincias, de 3,7% del PBI. Sin mentiras y a pesar de que la economía siguió creciendo fuerte hasta 2007, el año pasado hubo un déficit fiscal de 0,6% de PBI y aunque los primeros dos meses de 2008 mostraron una (bienvenida) desaceleración del crecimiento del gasto público, marzo volvió a ubicarse en el disparatado promedio de 2007 de casi 40% anual. Probablemente por eso, en estos días Economía tiró la versión de que a fin de año crecería «sólo» 24%. Las promesas de ayer son las mentiras de hoy, y así en un círculo interminable.

La pérdida del verdadero superávit fiscal, el activo (¿ heredado?) más importante del gobierno de Cristina de Kirchner, sucede con crecimiento económico y una presión impositiva récord sobre el sector en blanco (49,7% estimada para 2008, mayor que el promedio del G-7). Tal ha sido el estrangulamiento impositivo sobre los sectores que sí pagan impuestos, que incluso ha llevado a una desaceleración en la actividad económica, siendo el campo, hoy, el caso más ejemplar de esta situación; siguiendo casi al pie de la letra el fenómeno descrito por el economista Arthur B. Laffer.

Es por esta combinación de vencimientos (netos de colocaciones) importantes en ausencia de superávit fiscal ni margen para aumentar aún más la presión impositiva sin que caiga la actividad económica (lo que puede llevar a un deterioro todavía mayor del contexto fiscal), que el gobierno decidió recurrir una vez más a la dádiva de los organismos internacionales, más particularmente, el BID y el BIRF (Banco Mundial). A éstos se les requirieron programas de desembolsos por u$s 8.000 millones y u$s 7.500 millones para los próximos cuatro años. Dado que en promedio, entre 2004 y 2007, la Argentina canceló deuda en términos netos, la solicitud de Lousteau representaría un alza muy importante en la exposición con nuestro país.

Estos desembolsos, que sumarían en conjunto u$s 15.500 millones, eliminarían el bache de financiamiento de 2008-2011 y dejaría un pequeño excedente favorable de recursos de u$s 942 millones. De esta forma, lo que se estaría realizando es un roll-over de los pagos de la deuda relevante financiada por las entidades multilaterales de crédito.

Y como la situación de la caja fiscal es muy comprometida, el gobierno está tratando de complementar este paquete BID+BIRF con un canje de deuda y una refinanciación con el Club de París. En efecto, el grueso de los vencimientos relevantes de capital de deuda pública está concentrado en Préstamos Garantizados (27,7%) y BODEN 2012 en u$s (28,2%), por lo que serían los candidatos ideales para canjear. Más particularmente los primeros, dado que ajustan por CER, y la desaparición de un stock de bonos por u$s 13.037 millones indexables por inflación aliviaría de forma importante las presiones económicas presentes hoy por el blanqueo de las estadísticas de precios.

El default con el Club de París trae como consecuencia la ausencia del «seguro de inversión» por parte de los bancos extranjeros, lo cual es un peso negativo para la Inversión Externa Directa (IED) en nuestro país. Esto, a su vez, juega negativamente y retrasa, cuando no impide, inversiones extranjeras en el tren bala y en el soterramiento del ferrocarril Sarmiento. Por ausencia de dicho seguro, el Estado se verá forzado a emitir bonos en garantía por u$s 3.900 millones y u$s 1.200 millones, respectivamente. Por otro lado, lograr que el FMI no sea de la partida como pretende el gobierno retrasa inútilmente un avance serio en las negociaciones. «El enfoque de Evian» (oct-03) adoptado por los 19 miembros del Club de París (1956) establece que las condiciones económicas que son de carácter necesario para aceptar una reestructuracióndel país serán analizadas y monitoreadas por el FMI. Esto es consecuencia del hecho de que los integrantes del Club de París (una institución informal de estados soberanos acreedores) son también los principales « accionistas» del Fondo, concentrando la mayor cuotaparte.

Una vez más, reaparecen los fantasmas históricos y explosivos de la Argentina de siempre, ahora, en el modelo productivo:

1) la inflación hoy ya está entre 35% y 40% anualizada; 2) la deuda pública es ilíquida y de sostenibilidad totalmente cuestionable cuando se ve que tres años después de una reestructuración salvaje, los pagos de capital aprietan como Moreno al campo y que toda la baja como % del PBI desde el canje hasta ahora es por la inflación en dólares (no hubo ningún desendeudamiento) y 3) el tipo de cambio real, de no ser por la suerte de la devaluación del dólar en el mundo y un rebrote inflacionario global, estaría en los mismos niveles de diciembre de 2001 si se toman en cuenta las retenciones.

El gobierno de Carlos Menem, cuando a mediados de 1996 se sacaba de encima a Cavallo y lo reemplazaba por Roque Fernández, lanzó un paquete fiscal de aumento de impuestos y poco después comenzó con los canjes de deuda para alargar sus plazos. Ya sabemos cómo terminó la convertibilidad. Lo mismo está queriendo hacer Cristina de Kirchner desde el pasado 11 de marzo.

Nuevamente se palpa cómo se nos miente desde el poder a los argentinos ¿Para qué fuimos a las reuniones del BID y del FMI con el Banco Mundial a «pasar la gorra» tratando de inocular culpa a los poderosos que no nos apoyan ante dificultades financieras que pueden avecinarse y que negábamos hasta hace poco que podían tocarnos? ¿No era que teníamos tanto superávit fiscal que causaba superávit externo, cosas por las cuales estábamos aislados de las turbulencias que vienen desde afuera?

(*)Esta nota fue publicada en Ambito Financiero el 18-04-2008 en páginas 1 y 2

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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