Era innecesaria la estafa al ahorrista

Los países a los cuales les va bien hacen como mínimo tres cosas: respetan los derechos de propiedad, viven del comercio con economías totalmente abiertas y tienen equilibrio fiscal estricto. O sea, practican un capitalismo competitivo que le sirve al país y a la gente. Este es el único camino para una Argentina con futuro. Lo del Presidente Duhalde es un verdadero espanto.

La Argentina desde hace casi 60 años (después de la Segunda Guerra Mundial), en vez de elegir el modelo de las democracias ganadoras de la contienda bélica (el capitalismo competitivo) se inclinó por el capitalismo corporativo, corrupto, prebendario, demagógico y populista de la Italia fascista y la Alemania nazi, que vivía obsesionado con la redistribución de ingresos desde los ganadores de un plan fracasado hacia los perdedores del mismo. Ambos grupos se han disputado los favores del poder durante décadas. Sus caras son cambiantes dependiendo del gobierno de turno que los favorece. Pero lo que es común a este tipo de capitalismo es que los que siempre pierden son los que no tienen poder de lobby, o sea la gente, o sea, el país. Y hacer política económica de espaldas al común de los ciudadanos, a la larga o la corta, termina mal porque no se puede vivir reventando a impuestazos al “tax payer” (6 impuestazos en 10 años de convertibilidad) y confiscando a los ahorristas (Cavallo en el ´82, Erman González en el ´89 y Cavallo-Remes en 2002), salvo que queramos el suicidio como país.

Redistribución

La decadencia de Argentina tiene su principal explicación en ésta política económica basada en el redistribucionismo en vez de pensar en el bienestar general. Duhalde, como no podría ser de otra manera a un conspicuo miembro de la corporación política educada al calor de las ideas de la redistribución, encontró que los ganadores del plan fracasado llamado “convertibilidad” fueron los bancos, las AFJP y las empresas privatizadas. Entonces había que ir con los tapones de punta contra ellos para satisfacer tres demandas de los perdedores durante la convertibilidad con gran poder de lobby (la industria mercado internista no competitiva de De Mendiguren y Cía.): la licuación de los pasivos empresarios, la pesificación de las tarifas en dólares de los servicios públicos y el cierre de la economía.

La pesificación elaborada por el Gobierno, es funcional a las dos primeras exigencias de los De Mendiguren´s boys y el default de la deuda, “sabiamente” aplaudida por el Congreso cuando Rodríguez Saá anunció la suspensión de pagos, sustituyó el “trabajo sucio” de subir aranceles a la importación porque hoy nadie en el resto del mundo le abre una carta de importación a un importador argentino, con lo cual, la economía está completamente cerrada.

Si bien tanto el default y la devaluación son tristes y lamentables, también es cierto que son consecuencias lógicas e inevitables de 10 años de irresponsabilidad fiscal durante los cuales acumulamos $100.000 millones de déficit fiscal. Pero otra cosa totalmente distinta es hacernos los “machos” de que no pagamos la deuda (cuando en realidad nos debería dar vergüenza) por un lado y pesificar todo por el otro.

Innecesario

La devaluación no necesitaba de la pesificación. Se podría haber respetado el contrato con los ahorristas en dólares aún después de la devaluación. Se podría haber respetado el contrato con las privatizadas actuando sólo en aquellos casos en los cuales había desvíos grandes como agua, teléfonos y peajes. Se podría haber respetado también el contrato de los aportantes al sistema de capitalización con las AFJP, pero no, se tuvo que meter el gobierno bajando los aportes personales primero (parece que se dará marcha atrás) y ahora pesificando, sin necesidad alguna porque son contratos de largo plazo, los bonos garantizados de la Fase I del canje de deuda, haciendo trizas la rentabilidad del fondo de jubilaciones que es lo que la gente usará cuando se retire de la vida activa. Se podría haber respetado el verdadero concepto de convertibilidad (prohibición de emitir moneda para financiar déficit fiscal) a un tipo de cambio realista. Toda esta barbarie se podría haber evitado aún defaulteando y devaluando.

El default y la devaluación no son funcionales a la barbarie aniquiladora de todos los contratos construidos durante una década que está haciendo Duhalde. El default y la devaluación son consecuencias lamentables de una década de incoherencias técnicas dignas de un juicio por mala praxis económica, pero la pesificación busca cosas totalmente distintas y es totalmente execrable.

El costado financiero (el otro son las tarifas de servicios públicos privatizados) de la pesificación, busca la licuación de los pasivos empresarios, para lo cual “hay que” licuar los depósitos de la gente (pierden los ahorristas en dólares). Como la conversión es a tipos de cambio diferentes hay un costo patrimonial del que se hace cargo el “tax payer” (el otro gran perdedor junto con los ahorristas) con un bono del orden de los u$s17.000 millones que emite el Estado. Los depósitos en dólares menores a u$s 30.000 tienen la opción de un certificado de depósito transferible (CDT) del banco en pesos a 1,4 pesos por dólar con ajuste del capital por tasa de inflación o el bono en dólares que el gobierno le colocó previamente a los bancos. Para los mayores a u$s 30.000 no tienen opción más que el CDT.

¿Cómo le explica Duhalde a su “Doña Rosa” que se la estafa con su depósito en dólares para licuarle la deuda a Macri que vive en una “montaña” de “verdes”? ¿Qué pasará con el humor de miles de tenedores de CDT de bancos públicos insolventes cuando vayan a depositarlo en un banco sano o a comprar bienes y a cambio les den “chauchas”? ¿Cómo reaccionará la gente que tendrá que hacer colas de días enteros para comprar dólares por montos pequeños para no verse obligada a jurar que no está vinculada al cartel de Medellín? Estos son algunos de los muchos interrogantes que se plantean en el corto plazo. La única manera de evitar la estafa (que incluso podría haber sido peor) era un cambio de paradigma respecto de lo que viene haciendo Argentina en los últimos 60 años, para recibir un muy fuerte apoyo internacional en dólares y así estabilizar el tipo de cambio y comenzar a aflojar el corralito.

La “micro” de la devolución de depósitos respetando al máximo los derechos de propiedad del ahorrista, dentro de un nuevo paradigma de política económica, era a través de un seguro de cambio de largo plazo (en cabeza del Estado) para los deudores en dólares que fuera administrado por los bancos para asegurarse la probabilidad de que el deudor devolviera el crédito y así el depositante pudiera cobrar su depósito. Otra era comprometiendo al Estado a pagar la diferencia entre la evolución de precios internos y el dólar para aquellos depósitos que se conviertan en certificados de depósitos transferibles, emitidos por el banco depositario a mediano plazo (por ej.: 5 años). Los bancos se hubieran quedado así con un fondeo asegurado que seguiría la evolución de los precios internos, lo que les daría capacidad de renegociar la cláusula de ajuste de aquellos deudores con ingresos en pesos y deuda en dólares. La conversión de deudas a pesos indexados sería automática y obligatoria para los préstamos hipotecarios, prendarios y personales hasta cierto monto, pero la conversión (o no) quedaría sujeta a la negociación entre las partes para el resto de las deudas bancarias. Los (congelados) depositantes hubieran contado con un instrumento en dólares y transferible, capaz de ser utilizado para compras de activos, cancelación de deudas o ser vendido por liquidez inmediata en el mercado secundario, si es que no se los desea mantener como una fuente de renta continua.

Además, resulta increíble que a pesar de la estafa al ahorrista haya mentes enfermas a las que se les ocurrió empezar a meter en la mente de los argentinos que el que quedó adentro del corralito es un patriota y el que protegió su dinero fruto del trabajo y el ahorro es un traidor a la patria? ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI se prohiba la venta de dólares a los bancos y que una vez que la gente vaya a las casas de cambio a comprarlos tenga que demostrar que no es un lavador del dinero del narcotráfico? No entiendo cómo no se les cae la cara de vergüenza a los que decidieron esto.

A los “pesificadores” les pregunto ¿qué país podemos construir ahora sin crédito externo por el default, sin inversión extranjera directa por el control de cambios y con los depósitos de los argentinos en el exterior con esta estafa? Si alguien dice que sí es posible o merece el premio Nobel por inventar el círculo cuadrado o la cárcel por asesino. No puede ser que los que tienen poder de lobby siempre ganen a costa de los que no lo tienen como los pagadores de impuestos que sufrieron 6 impuestazos en la última década y los depositantes que fueron violados 3 veces en los últimos 20 años. Esta política económica de espaldas a la gente está destruyendo a nuestro querido país y no tienen derecho a hacerlo.

Directamente, todo esto es para una película de los hermanos Ethan y Joel Cohen.

Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 08/02/2002

José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

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