Respuesta de deudor quebrado

Cierta clase dirigente e intelectual de Argentina, no tiene perdón de Dios. Después de 10 años de irresponsabilidades fiscales ininterrumpidas que nos han colocado al borde de la cesación de pagos, nos dicen que la solución es más de lo mismo, o sea, más déficit fiscal para salir de la cesación de pagos.

Lo que se ha dado en llamar “la Convertibilidad” es en realidad la suma de 3 cosas. Primero, la Ley de Convertibilidad que rige desde abril de 1991, prohibe al Banco Central la emisión de moneda para financiar los déficits fiscales y fijó en 1×1 la paridad entre el dólar y el peso.

Segundo, un proceso importante de reformas estructurales pro mercado de eliminación del estado empresario, apertura de la economía y desregulación de la economía.
Tercero, una política fiscal muy expansiva para maximizar la tasa de crecimiento, cuyo centro fue gastar cada peso que se recaudaba y financiar el déficit fiscal resultante con entrada de capitales de las privatizaciones y/o deuda externa.

Lo primero (prohibición de emitir moneda por cuestiones internas) ha sido de fundamental importancia porque la estabilidad de precios es una condición necesaria (aunque
no suficiente) para ser un país sensato.

Las reformas estructurales fueron otro de los pilares fundamentales del Plan de Convertibilidad. Eliminar el estado empresario fue una idea excelente y de una valentía pocas veces vista en la clase política a lo largo de nuestra historia, aunque debió instrumentarse sin crear monopolios que expoliaron al consumidor. Abrir una economía también fue una reforma en el buen sentido, aunque limitarla al MERCOSUR fue un error estratégico que estamos pagando. La desregulación de un montón de actividades fue un paso en la dirección correcta de reducir un poco los estrafalarios niveles (todavía existentes) de capitalismo corporativo de Argentina.

Pero lo que ha hecho fracasar la Convertibilidad, no fueron las imperfecciones de las reformas estructurales sino la política fiscal. En este aspecto la Convertibilidad no se distinguió de los planes económicos que nos llevaron a la crisis de la deuda a principios de los ’80 y a la hiperinflación a fines de los ´80.

¿Qué pasó con la política fiscal?

Como ya se puntualizó al comienzo de esta nota, el meollo de la política fiscal fue gastar cada peso que se recaudaba y financiar el déficit fiscal resultante con entrada de capitales de las privatizaciones y/o deuda externa. El fisco ha acumulado un quebranto de $100.000 millones desde 1991, el gasto público creció $40.000 millones, la deuda pública $90.000 millones habiendo cancelado títulos contra privatizaciones por $11.000 millones y no tenemos un solo dólar de los $16.000 millones cash de privatizaciones porque todos los que tiene el Banco Central son la contrapartida de la demanda de dinero.

Todo aquél que tenga una idea mínima de las consecuencias de los déficits fiscales financiados con entrada de capitales sabe que son la mejor manera para crecer rápidamente en el corto plazo y de atrasar el tipo de cambio, generando un boom de consumo y fundiendo a la mitad del país no por ineficiente sino por no poder competir con una distorsión cambiaria infernal.

El facilismo irresponsable de haber llevado a límites insospechados al déficit fiscal (hoy ya anda en entre 4 y 5%
del PIB) y al endeudamiento público (52% del PIB) con un tipo de cambio fijado por ley, ha tenido distintas etapas.
Una primera, que podría denominarse claramente “keynesiana”, duró hasta el Tequila, con un aumento del gasto público de $30.000 millones. Era la época en la que Argentina estaba privatizando todo y la tasa de interés internacional era muy cercana a 0% en términos reales.Esto era “papita para el loro” para hacer populismo aumentando el gasto público todo lo que se pudiera y que al mismo tiempo luciera como “capitalismo salvaje” debido a la imagen generada por la apertura comercial y la venta de empresas públicas.

Paquetazos

Desde el Tequila y hasta mediados del 2000, o sea por 5 años, vino la etapa de los paquetazos fiscales basados exclusivamente en impuestazos (o en bajas insignificantes del gasto público) ante la explosión en los pagos de intereses de la deuda pública que pasaron de $6.000 millones en 1995 a $12.000 millones en el 2000. Cavallo hizo su paquetazo cuando ocurrió el Tequila. Roque Fernández tuvo 2 en algo más de 3 años de Ministro y Machinea se mandó 2 en 5 meses. En total 5 impuestazos en 5 años, que aumento la recaudación en $5.000 millones a pesar de la recesión económica. Un disparate basado en la idea de que el gasto publico no puede bajar (¡después de haber aumentado $ 40.000 millones!) y que los ajustes fiscales, independientemente de si vienen por el lado de bajas de gasto público o aumento de impuestos, son reactivantes. De todas maneras los paquetazos no alcanzaron para cerrar el déficit, se siguió recurriendo a la contabilidad creativa para infundir confianza a los prestamistas y la deuda siguió creciendo exponencialmente.

Es entonces cuando, ante el fracaso del (aparente) fiscalismo de Roque y Machinea, aparece el “ofertismo”. Su idea central es que la prioridad tiene que ser el crecimiento. Si la economía crece, entonces la recaudación también crecerá y el déficit fiscal será eliminado sin necesidad de ajustes dolorosos de difícil venta política. ¿Cómo crecer? Básicamente a través de bajas de impuestos que restauren la competitividad y generen una explosión de inversiones….¿Y el déficit fiscal? Crece inicialmente por la reducción de impuestos, pero un crecimiento económico del 7% o más lo eliminará rápidamente.
¿Cómo se financia el mayor déficit fiscal, particularmente cuando ya no se puede financiar el ya explosivo déficit que tenemos? Las preguntas se ponen cada vez más difíciles para los ofertistas, pero el trick consiste en hacer reformas estructurales que den la imagen que la economía crecerá al 7%, el déficit fiscal convergirá y contra esa promesa, conseguimos un blindaje internacional y los mercados rápidamente se abrirán para prestarnos a tasas “pagables”. ¡Cómo no se nos ocurrió antes!

El ofertismo es música para los oídos de una clase dirigente ávida de propuestas facilistas. Es tan fuerte su atractivo que ha conquistado la opinión de políticos y empresarios y hasta el mismo Machinea ha renegado de su enfoque “fiscalista”.
Así, con el apoyo intelectual y de imagen de Cavallo, nos hemos lanzado de pleno al ofertismo irresponsable, prometiendo ajustes a muy largo plazo y aumentando el déficit en el 2001.
Primero vinieron los anuncios en Banco Nación el Lunes 23/10 y luego el discurso del Presidente De la Rúa el Viernes 10/11 que implican bajas de impuestos (eliminación del impuesto al endeudamiento desde el 2002), más déficit fiscal en la Nación ($2.000 millones más en el 2001) y más coparticipación a las Provincias ($3.500 millones en 5 años) de la que deberían recibir si realmente se quisiera que congelaran el gasto primario.

Lo irracional de sugerir el ofertismo hoy en la Argentina es que estamos al borde de la cesación de pagos porque agotamos nuestras posibilidades de endeudamiento luego de 10 años de irresponsabilidad fiscal. Ofertismo es un lujo que se pueden dar países con crédito internacional, como lo hizo USA en tiempos de Reagan. La de los ofertistas hoy en la Argentina, parece ser una respuesta típica de deudores quebrados: “no te puedo pagar porque me fue mal, pero prestame más que ahora sí voy a hacer las cosas bien, me va a ir bárbaro y te podré pagar todo lo que te debo mas lo que me prestes ahora….” Crucemos los dedos para que los prestamistas externos sean bien crédulos, para que sea cierto que el riesgo país caiga rápida y drásticamente y para que la Argentina comience a crecer por arte de magia al 7% anual.

Porque si no, será una excelente inversión poner una fábrica de tapones para los oídos… por el ruido que hará Argentina cuando se caiga.

Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 29/11/2000

José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

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