La Nación gasta impuestos tan mal como las provincias

Es falso que las Provincias sean la “cruz” del problema fiscal de Argentina. La Nación ha sido, también, una pésima administradora de los impuestos que pagamos.
De esta manera, no es garantía de mejora fiscal que la Nación les “saque”plata a las Provincias.

En los peores años de la década perdida del 80, el déficit de las empresas públicas llegó a 5% del PIB, el déficit cuasifiscal del BCRA llegó también (tomando los intereses reales) a 5% del PIB y ya dentro de la convertibilidad, la recaudación de impuestos creció 5% del PIB.
La suma de estos 3 conceptos da 15% del PIB y es la medida de la baja de déficit fiscal que deberíamos haber tenido hoy respecto de los aciagos años de los 80 si hubiéramos usado “dos dedos de frente”.

Sin embargo, el déficit fiscal ha bajado 6% del PIB, de 10% del PIB a 4% del PIB, en vez de transformarse en 5% del PIB de superávit, o sea, hemos desperdiciado el 60% (9% del PIB) de la mejora fiscal que deberíamos haber tenido. Es falso que el déficit de las empresas públicas fuera “la” fuente de desequilibrio fiscal en Argentina (aunque está bien su eliminación) y también ha sido falso que la estafa a los ahorristas con el Plan BONEX (la eliminación del Cuasifiscal) aliviara al fisco argentino.

Tampoco es cierto que solamente el problema de la Argentina sea de “falta de adecuadas instituciones”. Como ejemplo de esta afirmación basta tener en cuenta dos casos.
Si bien la Ley de Convertibilidad (monetaria) permitió la estabilización de precios al eliminar el financiamiento vía emisión desde el BCRA de los déficits fiscales, ha sido totalmente inútil para disciplinar al fisco porque éste ha podido recurrir a “troche y moche” al endeudamiento como para nunca ajustarse en serio.

Como respuesta a este problema surge la Ley de Convertibilidad Fiscal que si bien fija algún límite al aumento del gasto,
sigue permitiendo el inadmisible dibujo de mejorar las cuentas fiscales mediante las privatizaciones y relajar así la disciplina presupuestaria. La triste conclusión es que la indisciplina y la irresponsabilidad está en nosotros y las insuficientes y/o malas instituciones que tenemos son un fiel reflejo de lo que somos. ¿O acaso no son argentinos los políticos y economistas que asesoran a políticos que han dilapidado una oportunidad histórica de disciplinar a nuestro fisco como fue la convertibilidad?

Tanto la Nación como las Provincias cumplen al pie de la letra la máxima de que “cada peso que se recauda se gasta” y más todavía. En efecto, en los últimos 8 años la recaudación en la Argentina creció u$s 27.000 millones (120%) y el gasto público que manejan discrecionalmente los gobiernos (central y provinciales) u$s 33.000 millones (95%). Esto ha llevado que hoy tengamos una peor situación fiscal que antes del lanzamiento de la convertibilidad: hemos casi duplicado el déficit del sector público desde 1991 al pasar de u$s 5.800 millones a u$s 10.500 millones en 1999.

Obviando el problema de los intereses de la deuda pública tanto nacional como provincial que pueden estar reflejando irresponsabilidades fiscales del pasado, tanto la Nación como las Provincias han aumentado el gasto público por igual en casi de u$s 17.000 millones cada una desde 1991. Por cada peso recaudado el gobierno central aumentó el gasto primario en salarios, jubilaciones y subsidios al sector privado en $1,4 y las Provincias en $1,1. Entonces, como despilfarradora, la Nación ha sido peor que las Provincias ó, en el mejor de los casos, tan despilfarradora como las Provincias.

Esto es tan cierto como que en 1991 el déficit fiscal de las Provincias representaba ¼ del desequilibrio de toda la Argentina y 8 años después representa también ¼. O sea, no es que la composición del desequilibrio fiscal ha cambiado dramáticamente hacia las Provincias y la Nación ha sido una “pinturita” en el manejo de los recursos públicos.
En la cadena de inconsistencias e irresponsabilidades que ha sido toda la convertibilidad, la Nación ha sido peor que las Provincias.

Entonces y a la luz de los resultados, no es ninguna garantía de mejora en las cuentas públicas ni la pérdida de recaudación que sufrirían las Provincias en el Proyecto de Presupuesto 2000 a manos de la Nación ni la nueva Ley de Coparticipación Federal que se comienza a discutir en estos días que seguramente les saque más recursos todavía a las Provincias. La Nación ha gastado tanto y tan mal como las Provincias.

En realidad, la Ley de Coparticipación debería ser eliminada, que cada Provincia se arregle con lo que recauda de recursos propios y el subsidio que a nivel regional representa hoy la coparticipación reemplazarla por un subsidio a los pobres de cada Provincia para evitar la posible e irritante situación actual de que el pobre de la provincia rica esté subsidiando al rico de la provincia pobre.

Es cierto que esto implicaría la desaparición de ciertas provincias (lo cual obligaría a regionalizar en serio el país) que viven de una insostenible promoción industrial y de los impuestos recolectados a nivel nacional por la incapacidad de los gobernantes de turno de recaudar localmente (más allá de los diferenciales de bases tributarias regionales).
Pero ¿porqué debe toda una sociedad pagar al costo de bienestar para mantener una fantasía geopolítica de que existen ciertas provincias cuando en realidad no existen?. Tarde o temprano esto habrá que blanquearlo.

En parte por la irresponsable política fiscal que la Argentina ha seguido durante la convertibilidad todavía no es “investment grade”. Como decía el famoso autor dramático español Jacinto Benavente “La finalidad del castigo es asegurarse de que el culpable no reincida en el delito y lograr que los demás se abstengan de cometerlo” ¿Será que nos hemos vuelto masoquistas?

Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 11/10/1999

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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