Argentina-FMI: historia de engaños y "dibujos"

El verdadero déficit fiscal de 1999 será del orden de u$s 7.500 millones y sin embargo es probable que el gobierno de por cumplida una meta con el FMI de u$s 5.100 millones ¿Magia? No. “Dibujos”, “Creative Accounting” y todo un esquema de hipocresías que no se sabe cuando terminará pero que sí es claro le ha hecho muy mal a la Argentina.

En los últimos casi 9 años de programas con el FMI se ha dado una situación insólita: a pesar que la actividad económica creció un 50% y la recaudación de impuestos aumentó por lo menos u$s 30.000 millones, se fijaron más veces metas de déficit que de superávit fiscal. Durante la dirección de Camdessus se ha privilegiado la espectacular reforma estructural de mercado que ha hecho Argentina respecto de una verdadera ortodoxia económica, como si la primera no fuera a quedar degradada (como realmente lo está) por culpa de subestimar la importancia de la segunda.

Por ejemplo, durante la era “Cavallo” (particularmente en 1995 y 1996) se fijaba una meta de déficit con el FMI a principios de año; ya se veía en el segundo trimestre que no había ninguna chance que se cumpliera debido a un desvío de casi el 100% de la meta y ya entrado el tercer trimestre se la cambiaba irresponsablemente de golpe, contra ningún ajuste fiscal, hacia el nivel de déficit que la Argentina pudiera cumplir sin waiver de por medio. Si con esto no alcanzaba, a principios del año siguiente se firmaba un nuevo documento “blanqueando” el verdadero déficit que hubiera tenido Argentina.

En la era “Fernández” ha primado un enfoque más gradualista en la irresponsabilidad, a la luz de lo ocurrido en lo que lleva de vida el maltrecho Acuerdo de Facilidades Extendidas firmado en febrero de 1998.

En él se fijó inicialmente una meta de déficit fiscal para el presente año de u$s 2.650 millones pensando que la economía crecería 4,8%. En diciembre de 1998, viendo lo mal que ya pintaba la recaudación se la aumentó a u$s 2.950 millones.
En abril de este año, el gobierno y el FMI admitieron que el 4,8% de crecimiento para 1999 era sólo un sueño y ya pensaban en una recesión de 1,5% (la realidad mostrará un número de por lo menos 4%). Así las cosas, se aumentó, por segunda vez en poco más de un año, la meta de déficit fiscal a u$s 4.950 millones.

Un mes después, en el medio de todas las discusiones que generó la parodia de baja de gasto público instrumentada por el Decreto 455 de fecha 24/04/99, la meta de déficit fiscal volvía a aumentar para llegar ahora a los u$s 5.100 millones (u$s 2.450 millones más, o sea, 92% respecto de la inicial de febrero de 1998).

Un ejercicio interesante para estimar un déficit fiscal de la Nación que algo tenga que ver con la realidad (el oficial ya es sabido que depende tautológicamente de la meta fijada con el FMI) durante 1999, es tomar como punto de partida el cierre de 1998 que tuvo un desequilibrio en sus cuentas públicas de u$s 3.869 millones, según los datos oficiales.

A esa cifra hay que sumarle el aumento en los intereses de la deuda pública de este año por u$s 1.407 millones (suben desde u$s 6.681 millones en 1998 a u$s 8.088 millones en 1999) y la caída en la recaudación de impuestos de la Nación por u$s 2.269 millones o 5,8%. De esta manera, se llega a un déficit de u$s 7.545 millones (suponiendo incluso que se “pasan” para el 2000 la misma cantidad de aguinaldos que se han pasado en los dos últimos años, o sea, alrededor de u$s 400 millones), lo cual representa un incumplimiento de u$s 2.445 millones respecto de la meta, cambiada ya tres veces en el último año y medio, y fijada en u$s 5.100 millones.

Dado que sabemos que el número que el gobierno hará oficial será aproximadamente el de la meta firmada con el FMI (u$s 5.100 millones) cabe preguntarse ¿cómo se logra ese casi imposible objetivo?

Ya se han “dibujado” en el primer semestre u$s 932 millones fruto de computar como si fueran impuestos dos cosas que son privatizaciones en Argentina y en Marte: la ganancia de capital por la venta del 15% de YPF del Estado a Repsol en enero pasado (el total embolsado alcanzó a u$s 2.011 millones de cash) que fue de u$s 532 millones y u$s 400 millones en efectivo abonados por las empresas que ganaron la licitación de las PCS (Personal Communication Services), que son bandas de frecuencia cuyo derecho a uso el Estado vende por tiempo ilimitado, por lo que no hay argumento para que sean asimilables a los impuestos.

Para el segundo semestre, deberíamos esperar que la ganancia de capital por la venta del 5% restante de YPF del Estado a Repsol a fines de junio pasado (el total embolsado alcanzó a u$s 788 millones de cash) que fue de u$s 170 millones y los restantes u$s 873 millones (u$s 100 millones en efectivo y u$s 773 millones en documentos a cobrar) abonados por las empresas que ganaron la licitación de las PCS, sean computados como si fueran impuestos.

De esta manera, los “dibujos” de todo al año sumarían u$s 1.975 millones, con lo cual faltarían todavía u$s 470 millones de más “creative acounting” (no hay que olvidarse que al computarse como impuestos sólo la ganancia de capital de YPF quedan u$s 618 millones disponibles para ayudar al “cierre” de los números) o de baja de gasto público de aquí a fin de año para llegar a la meta pactada de u$s 5.100 millones.

Si se bajara el gasto discrecional de la Nación (excluido intereses de la deuda pública y las transferencias por ley a las Provincias) en u$s 470 millones, además de cumplirse con la meta de déficit fiscal se estaría cumpliendo con otra meta que tiene el acuerdo: la de gasto público. La gran duda que cabe aquí es qué chances existen de que este gobierno baje el gasto, cuando si algo hizo en los últimos 9 años fue aumentarlo y que además luego de anunciar una baja de gasto de u$s 750 millones en abril pasado (Decreto 455) con toda la pompa, hoy ha quedado reducido a nada. Por lo tanto, los u$s 618 millones nombrados antes van a tener que salir a jugar en la cancha del “dibujo”, salvo que haya aumentos de impuestos de aquí a fin de año.

A esta altura de los acontecimientos, la reflexión que cabe es que dado que los compromisos firmados con el FMI son una verdadera ficción, además de una película plagada de hipocresía (no en vano el déficit fiscal medido por las variaciones de la deuda neta del sector público en el acumulado del período 1991-1998 es u$s 50.000 millones mayor que el oficial), ¿porqué mejor no decir al mundo que el FMI y el gobierno de los EE.UU. apoyan a la Argentina independientemente de ciertos resultados y evitamos que el tiempo de los economistas, hombres de negocios, periodistas especializados y la plata de nuestros impuestos, se dilapiden en pagar reuniones y viajes de los funcionarios de Economía para discutir metas que serán tautológicamente cumplidas porque hay una decisión estratégica del primer mundo de apoyar a la Argentina mientras siga la correcta senda de una economía de mercado?

Todo muy poco serio, así como ha sido la convertibilidad.

Nota Original: ÁMBITO FINANCIERO | 26/07/1999

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José Luis Espert

Doctor en Economía

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