Los acreedores deben correr riesgos

De todos les temas que fueron tratados en la reciente reunión del G8 (sigla que sintetiza el grupo de ocho países más ricos de la Tierra), no trascendieron sus veladas opiniones sobre uno que es de crucial importancia pata los países en vías de desarrollo como la Argentina: en este mundo globalizado y de enorme volatilidad en les movimientos de capitales no será posible garantizar de manera permanente que todo prestamista cobre sus créditos.

Este deberá correr el riesgo de perder su capital; de lo contrario, las ganancias se privatizan y las pérdidas se socializan y todo se revive prociclíco y difícil de sostener.
La salida en masa durante la década del ’90 de una gran cantidad de países hacia profundas reformas de mercado y liberalización de sus cuentas capitales de la balanza de pagos, hizo que en ellos apareciera un factor de producción que hasta ese momento era sumamente escaso como el capital y, en particular, el capital externo.

Así es que se iniciaron procesos de crecimiento espectaculares acompañados de fuertes déficits en sus cuentas corrientes.
En general, las experiencias de crecimiento en países en vías de desarrollo que se han vivido en los ’90 son un caso típico de verificación empírica de la ley de Say (la oferta crea su propia demanda): es el shock de ofertas de capitales externos el que baja la tasa de interés doméstica y así expande el gasto de la economía, que es el que es el que “desata” el crecimiento.

No en vano las experiencias de fuertes déficits externos se han caracterizado por estar por acompañadas por bajas espectaculares en el riesgo soberano emergente.
Lo que claramente no ha estado a la altura de la gran expansión del crédito en estos países al mismo tiempo que la globalización permitía operar a los mercados cada vez más cerca de la información perfecta ha sido la calidad de la política fiscal y o la supervisión de los sistemas bancarios.

En efecto: el ingreso de capitales puede tener tres tipos diferentes de contrapartidas del lado de la demanda.
Uno como consecuencia de los déficits fiscales que se financian con la colocación de deuda pública externa (caso argentino).
Otro mediante la colocación por parte de las empresas privadas de instrumentos de deuda negociados internacionalmente (commercial papers, euronotas).
El tercero es que los bancos sean los tomadores de la deuda externa (Corea del Sur)

Flujo de capitales

En una gran cantidad de países emergentes que fijaron el tipo de cambio para estabilizar la tasa de inflación y también lanzaron reformas estructurales importantes, el influjo de capitales sirvió para financiar externamente a los déficits públicos que daban la sensación de que serían repagados con el “milagro” de la reforma.

En otros, la “marea” de capital era tan espectacular que la competencia entre los bancos por no perder market share hizo que no se prestara, de manera totalmente deliberada, demasiada atención a los ingresos del prestatario.

En cualquier caso lo que claramente estaba y sigue fallando hasta ahora (de ahí el replanteo que el G-8 sugirió muy tibiamente), es el mecanismo de garantías y sobregarantías con las cuales operan las economías.
En el caso de los Estados, estos no quiebran porque tiene como collateral (garantía) el valor presente de los impuestos que cobraran de las futuras generaciones y en el de los sistemas bancarios, siempre existen garantías explícitas o implícitas para ellos por parte de los gobiernos (ningún gobierno tiene el valor suficiente para bancarce los ajustes automáticos que muchos pregonan) .

Así cuando el sistema bancario de México comenzaba a colapsar a fines de 1994 debido a la combinación de fugas de capitales- devaluación- fuga de capitales, fueron los contribuyentes norteamericanos a través del Tesoro de los EE.UU. los que salieren a reemplazar el capital externo privado que salía del país azteca.
Lo mismo ocurrió en la Argentina durante el primer trimestre de 1995, cuando la caída de 25% de los depósitos generó una reduc-ción del crédito bancario mucho menor, debido a que la fuga de capital privado que se estaba produciendo era compensada, parcialmente con deuda externa que el Gobierno argentino tomaba como collateral de la emi-sión que el BCRA realizaba en favor de los bancos para evitar el fin de la convertibilidad.

A estos dos casos podría agregársele lo ocurrido en varios de los países de Asia.

Caminos posibles

Frente a esta situación quedan dos caminos posibles.
Uno es seguir ampliando la red de seguridad, o sea, si se está por “caer” México es el Tesoro norteamericano el que funciona como garante devolviendo a los Inversores externos el dinero que éstos quieren repatriar.
Si el que sufre un colapso es el sudeste asiático, se amplia la capacidad de dar préstamos del FMI y si el que se puede derrumbar es Japón (su sistema bancario tiene préstamos irregulares por dos veces el PBI de la Argentina), entonces es todo el mundo el que debe aportar su “granito” de arena porque la caída de Japón ya es una causa internacional.

Actuando así se evita un mal en el corto plazo pero el moral hazzard o daño moral se extiende cada vez más, dado que el mensaje es que debido a que la volatilidad de los capitales a nivel internacional es creciente, entonces se justifica una red de garantías cada vez más grande para evitar el colapso económico que provoca la huida y de esta manera, si bien en términos absolutos se puede perder cada vez más, en términos relativos (respecto de la red de seguridad que se constituye) siempre se pierde lo mismo.

El otro camino es ir dando señales en el sentido contrario, o sea, las ganancias del que arriesga capital serán disfrutadas por él pero también será él solo el que sufrirá las pérdidas.
Esta propuesta, cuya expresión máxima es el narrow banking donde no hay intermediación financiera como la conocemos hoy y donde los bancos sólo prestan con fondeo en pasivos que tienen valor de mercado con una euronota y/o commercial paper, es relativamente fácil de aplicar en todo el mundo de manera simultanea cuando el ingreso de capitales externos y volátiles se produce por el sistema bancario (las empresas siempre pueden quebrar).

Sin embargo, si el “canal” por el cual entra el capital externo en un país es por la colocación de deuda externa de loa fiscos deficitarios, ya no es tan fácil el razonamiento de que el que toma prestado puede quebrar porque estamos hablando de que los países podrían quebrar.

Basta mencionarse que, a diferencia de lo que ocurre cuando una compañía del sector privado entra en concurso, el management del país (o sea, el gobierno) no puede ser reemplazado por el equivalente al juez que interviene en el concursas posada (el FMI por ejemplo).

Solución

En cualquier caso, es sumamente saludable que comience, aunque más no sea de manera muy tibia como lo han planteado los miembros del G-8, la discusión a nivel internacional acerca de si la alternativa seguida hasta ahora para enfrentar a la volatilidad de los capitales internacionales con una red de seguridad cada vez más grande y no condicionada es la mejor solución al problema de, justamente, la volatilidad del capital internacional.

Que funcione un sistema más nítido de premios y castigos parecería una mejor solución.

Nota Original: BAE | 28/05/1998

José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

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