La Argentina repite errores y aumenta el déficit fiscal

La globalización hace necesarias, como nunca, fuertes políticas anticíclicas desde el sector público para que las etapas de expansión sean sostenibles y las de recesión menos duras.

La manera óptima (desde el punto de vista de una eficiente asignación de recursos), más potente (en términos de generar la menor apreciación del tipo real de cambio posible) y la menos explorada (tanto por los países del sudeste asiático que hoy sufren ataques especulativos contra sus monedas como por aquellos que no, como Argentina hoy) para llevarlas a cabo, es mediante la fijación nominal del gasto público en términos del numerario de cada economía (en nuestro país, el dólar).
De esta manera, en las etapas de expansión se acumularían fuertes superávits fiscales que evitarían “recalentamientos” de las economías y que luego serían utilizados en la recesión para “ablandar” la coyuntura.

Un análisis cuidadoso de las situaciones fiscales de los países del sudeste asiático de los años recientes permite concluir que, aquellos que antes de la aceleración en el crecimiento en el último lustro tenían fiscos superavitarios, terminaron, previo al momento de la corrida de estos días, con los mismos niveles de superávit y los que presentaban fiscos deficitarios culminaron con el mismo déficit fiscal.
La conclusión clara es que la política fiscal fue absolutamente procíclica: cada dólar recaudado se gastaba (igual que en Argentina) por más que sus tasas de ahorro internas fueran del orden de 35% del PBI.

-Déficit

Si no hubiera sido así tendría que haber habido una mejora espectacular en sus situaciones fiscales.
De esta manera, los déficits en cuenta corriente llegaron en algunos casos al 8% del PBI (cuidado que Argentina pasará de 1,3% del PBI en 1996 a 2,5% en 1997 y podría superar 3,5% del PBI en 1998) y los sistemas financieros expandieron el crédito de manera insostenible. Para colmo de males, la caída del dólar frente al yen en los últimos 10 años, había permitido una importante devaluación de las monedas domésticas, cosa que produjo un espectacular aumento de la inversión japonesa en Asia que ahora se ve seriamente comprometida por el aumento de más del 30% en la relación dólar-yen desde 1995.

Argentina vuelve a repetir, ahora condicionada por el “tiempo social” de este año político y en la primera expansión (1991-1994) para ratificar el modelo en cuanta elección hubiera en el camino, los mismos errores que la llevaron a sufrir una de las recesiones más fuertes de su historia y que también cometieron los países de Asia: pensar que los fondos externos que reciben por realizar profundas reformas estructurales en un contexto de globalización mundial, es un camino de “una sola vía”: la del financiamiento externo abundante y barato para cualquier aventura presupuestaria porque el déficit fiscal, bien medido, sigue en el orden de 3% del PBI aún con un crecimiento del 8% anual.

– Doble vía

Grueso error. La globalización es un camino de “doble vía”: provee de fondos en gran cantidad y a bajo costo pero requiere, más aún con EE.UU. con equilibrio fiscal, de extrema dureza en el manejo de los instrumentos de política económica como lo fiscal y lo monetario.

Respecto de la política monetaria, si los bancos centrales exigen el cumplimiento de proporciones entre capital y activos que sean realmente relevantes no haría falta imponer requisitos de encajes excepcionales sobre los depósitos o sobre otros pasivos bancarios para evitar crecimientos del crédito exagerados.

En cuanto a la política fiscal, hay una vía importante a través de la cual aquella es relevante para la industria bancaria. Cuando existe una crisis financiera como el “tequila”, si los fiscos son solventes intertemporalmente, pueden apoyar al sistema financiero sin necesidad de devaluar o emitir moneda y de esta manera evitarían que los bancos “pisen” depósitos privados y agraven así la crisis inicial.

– Papel central

De todas maneras y más allá del papel anticíclico comentado al inicio de esta nota, el rol central que tiene la política fiscal radica en que la capacidad de una economía para reducir la inflación de manera permanente requiere de equilibrios presupuestarios que sean sostenibles. Cuando los gobiernos encuentran financiamiento “blando” ya sea mediante el endeudamiento o la privatización de empresas públicas, se puede estabilizar la economía sin una verdadera consolidación fiscal. Pero esto implica que el esfuerzo consistente en reducir la tasa de inflación no será duradero y finalizará cuando se terminen el financiamiento externo o los activos públicos.

Ámbito Financiero – Pág. 8 – 29 de Julio de 1997

José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

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