El déficit actual sería el gran freno para poder crecer más

En el actual contexto de baja entrada neta de capitales (respecto de los años de fuerte expansión económica, 1991-1994), si persiste el esquema de creciente desahorro público (sector ineficiente de la economía) e incremento del ahorro privado (sector eficiente), Argentina no podrá sostener la tasa de crecimiento del 3,1%/3,5% de 1996 o de 4%/5% de 1997 porque está aumentando la ineficiencia absoluta y relativa (respecto a otros países de la región) de nuestra economía.

Maximizar el déficit fiscal, dado el financiamiento externo, está resultando ser una política económica muy reactivante en la Argentina post-hiperinflacionaria (paradójicamente) dado que la tasa de crecimiento en el período 1991-1996 será de 5,6% anual y el déficit fiscal promedio por año (sin tomar en cuenta como gasto la inversión pública del Sector Público Nacional) de 0,7% del PBI (ver cuadro adjunto).

Sin embargo, es difícil de sostenerla en el largo plazo porque las distorsiones que genera el accionar deficitario del sector público aparecen aún con financiamiento externo abundante como el que el gobierno tiene desde el lanzamiento de la convertibilidad (primero privatizando y luego colocando deuda pública). Esas distorsiones son: baja tasa de ahorro, volatilidad en la tasa de crecimiento, apreciación del tipo real de cambio, desempleo récord histórico.
Además, cuando el ahorro externo cae de manera significativa, se producen crisis como la que vivimos durante 1995 y respecto de lo cual es importante puntualizar que ningún país de la región, salvo México y Argentina, sufrió una recesión tan profunda como las que experimentaron estos dos países.

Con posterioridad a una crisis de financiamiento externo como la que experimentó Argentina a partir de la devaluación mexicana de fines de 1994 (la salida de capital privada llegó a los u$s 9.000 millones en 1995), el accionar deficitario del fisco introduce una nueva distorsión en la economía (adicional a las comentadas dos párrafos atrás) consistente en que el sistema financiero, aún después de producida la recomposición de los depósitos, deja de prestarle al sector privado y aumenta tanto la tenencia de títulos del gobierno como el financiamiento al sector público.

Esto es así porque los bancos tienen claro que las únicas que pueden quebrar son las empresas. Los Estados nunca quiebran y en particular, el argentino, tampoco puede “estafar” como en el pasado devaluando ante la posibilidad de no poder honrar la deuda pública debido a la hiperinflación y a la Ley de Convertibilidad (aunque la “estafa” en su versión moderna es la tasa de desempleo del 17,1% producto de las serias inconsistencias de política económica cometidas desde 1991).
De esta manera, el sector público como prestatario mejora su calificación relativa después de una crisis como el tequila a pesar que el gran responsable de la magnitud del impacto de la devaluación mexicana sobre Argentina, ha sido el comportamiento fiscal imprudente del gobierno (nueva paradoja).

Como consecuencia de ello, en las carteras activas de los bancos ha aumentado muy marcadamente la proporción que representan los bonos de deuda pública ya existentes, acciones en circulación y directamente préstamos al Gobierno versus el crédito al sector privado no financiero. Mientras que los depósitos totales del sistema financiero crecieron desde que comenzó 1996 u$s 9.600 millones (22,1%), el crédito a las familias y empresas sólo lo hizo en u$s 1.400 millones (4,6%). Claramente el crédito no aumenta porque el riesgo que el sistema financiero le asigna a las empresas excede el que ellas pueden pagar.

En este sentido, si bien es adecuado que el BCRA pretenda la creación de un fuero financiero para agilizar el cobro de las garantías de los créditos caídos, constituya reservas de liquidez contingentes (para ser utilizadas ante crisis como el tequila) e incremente los requisitos de liquidez tradicionales, debe quedar claro que luego de haber perdido por la hiperinflación y la Ley de Convertibilidad la posibilidad de hacer política monetaria, ésta ha dejado de ser un “fundamental” de la economía y como tal ha quedado solamente la política fiscal.
El Gobierno, más que presionar a los bancos para que bajen la tasa de interés activa, debería bajar el gasto público. Esta es la verdadera demanda que la sociedad debería estar haciendo hoy. No hay peor enemigo del crédito al sector privado que el déficit fiscal.

En el cuarto trimestre de 1996 el PBI está creciendo 7%. Esta es una tasa espectacular teniendo en cuenta que en el período de mayor expansión de la convertibilidad (1991-1994) crecíamos al 8,9% anual. Sin embargo, la imagen del gobierno es de las peores desde julio de 1989. Esto es así por dos razones.

Una, en el presente año estamos teniendo un crecimiento de la economía sin aumento del empleo (la tasa de desempleo de octubre, si es más baja que la de mayo, sólo ocurrirá porque la gente se retira del mercado laboral debido a que no consigue trabajo o por cuestiones estacionales) debido a que los sectores que emplean el 70% de la mano de obra están expandiéndose poco respecto a 1995 (construcción crecería 1,5% y servicios por debajo del 3%). Hoy, la expansión económica está concentrada en la industria manufacturera y en la producción agrícola, sectores que son capital intensivos y que por lo tanto demandan poca mano de obra.

Segunda, el mayor crecimiento obliga a gastar más, ¿como se están financiando en 1996 las mayores erogaciones de los sectores que están produciendo más si prácticamente no hay más crédito bancario?. Bajando costos (o sea más beneficios). ¿Cuál es el costo variable por excelencia en la cadena de producción?. El salario. La remuneración de este factor productivo es la que está bajando y cubriendo el faltante de crédito necesario para producir más.

En este sentido, es bueno que el sector privado esté aumentando el ahorro porque de esta manera tiende a corregirse la apreciación real del tipo de cambio que se generó en el período 1991-1994 y que el efecto tequila y la tasa de desempleo en el récord histórico de 17,1% demuestran que no es sostenible.

En el cuadro adjunto puede observarse el enorme esfuerzo que está haciendo el sector privado en 1996 al ahorrar 2 puntos más del PBI que en 1994 cuando la actividad económica general hoy está 1,5% por debajo de aquel año. Es muy malo que todo el incremento del ahorro del sector privado tenga como contrapartida un aumento del déficit fiscal (ver cuadro adjunto), porque de esta manera el sector eficiente de la economía (los privados) le transfiere recursos al sector ineficiente (el sector público) y así aumenta la ineficiencia de toda la economía (otra distorsión debido al déficit fiscal), poniendo dudas sobre la sostenibilidad de una tasa de crecimiento del 3,2% como la de 1996 de por sí conflictiva.
El Gobierno debe ajustar hacia abajo el gasto público nominal para que el esfuerzo del sector privado tenga sentido.

Obviamente que cuanto más cerca estén las elecciones legislativas de 1997 la probabilidad más alta la tendrá el suceso de un fuerte aumento del gasto y no una baja, por lo cual el momento de reducir el gasto público es hoy y ahora.

Lamentablemente, es verdad lo que postula un viejo dicho: “Los gobiernos se comportan como la moda: cuanto mejor la estación, peores son los saldos”. De todas maneras, no hay ningún indicio de que la historia nos haya enseñado lo suficiente a la luz de lo que viene ocurriendo desde hace ya muchos años.

Ámbito Financiero – Pág. 12 – 3 de Diciembre de 1996

José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

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