Se olvidaron del problema cambiario

El tipo real del cambio de equilibrio no es el que los gobiernos añoran o desean sino el que determinan las consecuencias de sus decisiones de política económica y hechos de características exógenas como, por ejemplo shocks de precios internacionales que afectan los términos del intercambio. Por lo tanto, cuando un gobierno decide ir a una fijación nominal y tiene como objetivo que el tipo real de cambio detrás de ese nominal sea de equilibrio, desde actuar de manera absolutamente consistente.

En ése sentido, el proyecto de presupuesto de 1996, que ya está en el congreso para su tratamiento parlamentario es una buena guía para aproximarse a conocer cual es la magnitud en la que el Gobierno comprende el problema macroeconómico crucial que aparece con toda la nitidez, particularmente desde el “efecto tequila”: cuan sostenible, o no, es el tipo real de cambio que está detrás de 1 por 1, Sabiendo que el instrumento devaluatorio ha desaparecido en el corto plazo por nuestro pasado hiperinflacionario y la indebida “socialización” que se a hecho del tipo nominal de cambio que establece la convertibilidad.
Desde una perspectiva de flujo de fondos, el tipo real de cambio sostenible (de equilibrio) por parte de una economía puede definirse como el valor o sendero del tipo real de cambio consistente como el equilibrio macroeconómico interno y externo.

El equilibrio interno corresponde a un PBI que se encuentra en el nivel potencial (o sea, de pleno empleo)en conjunción con una tasa de inflación que no se acelera. El equilibrio externo requiere que la balanza de pagos esté en una posición tal que cualquier déficit esté financiado por una tasa sostenible de ingreso de capitales.

Analizado por compartimentos estancos (para facilitar la comprensión del tema) los determinantes más salientes del tipo real de cambio de equilibrio, digamos que la argentina por ser un país pequeño sin progreso tecnológico y por lo tanto depende de la entrada de capital para poder crecer (deudor neto), no puede sostener tipos de cambio reales muy bajos (lo cual no tiene nada que ver con decir que si es sostenible el tipo real de la década del 80 de plena salida de capitales) porque la deuda que se tomó para financiar la etapa de expansión (déficit en cuenta corriente), en algún momento hay que pagarla (“efecto tequila”) y ahí es cuando hay que generar el superávit en cuenta corriente que es el que causa el aumento del tipo real de cambio. Así la trayectoria estable de ésta variable indicaría niveles más altos que los observados en Abril de 1991 hasta ahora.

La importancia de ésta observación no es de ninguna manera que hoy hay que alterar la convertibilidad, sino que los gobiernos deben tomarlo como un dato importante a la hora de diseñar la política económica. Lo que sí es cierto para quitarle un poco del “cholulismo” que a veces tiene en la Argentina la disolución del tema cambiario, es que no podemos tampoco “festejar” la pérdida de un instrumento de política económica (la devaluación) debido a nuestro “prontuario” macroeconómico, porque cuando la economía requiere de una corrección cambiaria, ésta no se hace y tampoco acompaña el resto de la política económica, el ajuste viene solo por el ejemplo y la actividad (¿No es ésta otra forma de “estafar”?).

Un segundo determinante del tipo real de cambio es la diferencia entre países del “gap” entre el aumento de la productividad en el sector que produce bienes comerciados y el que produce bienes no comerciados. En la Argentina, habitualmente se considera dado el visible “boom” de productividad que hubo en el sector de la industria manufacturera es lógico que esto lleve a una apreciación cambiaria. Pero lo que este análisis no tiene en cuenta es que el factor de mayor peso al hablar de la recaudación productiva – tipo de cambio es el diferencial de productividades entre los sectores comerciado, no comerciados y respecto de otros países. Si bien es verdad que la compra que a comparación aún sigue siendo favorable hacia un menor tipo real de cambio sostenible, el margen de muchísimo más estrecho de lo que permite el enfoque “tradicional” que no mira las cosas tan en término elevativos (no olvidar, por ejemplo que la productividad del sector servicios creció espectacularmente en los últimos 4 años a raíz del proceso privatizador.

Claramente, lo ocurrido en el primer trimestre de 1995 muestra que la tasa de ingreso de capitales que la argentina tuvo durante los primeros años de convertibilidad ($ 10.000 millones o 4,0% del PBI por año) no es sostenible, por lo que tampoco es sostenible tipo real de cambio asociado a la primera etapa de la convertibilidad. Podríamos discutir si lo sería en la medida que la tasa de interés internacional siguiera bajando las privatizaciones y la desregulación continuaran ofreciendo buenos negocios y que las luchas políticas que hoy “descansan” desaparezcan de manera definitiva – cosa que no es tan fácil que se conjuguen al mismo tiempo- por lo tanto por éste lado también tenemos problema cambiario.

En cuanto al gasto público, no sólo aumentó 60% (30.000 millones) desde el lanzamiento de la convertibilidad, sino también hay que tener en cuenta que la composición de las erogaciones del Estado de la Argentina son esencialmente salarios y servicios. (típicos bienes no comerciados) mientras que por ejemplo EE.UU (el país más “derrochón” del planeta) gasta esencialmente en armamentos, que a su vez es uno de los bienes más comerciados internacionalmente. Por lo tanto el comportamiento fiscal Argentino ha generado desequilibrio cambiario. De ésta manera, el instrumento esencial de la política económica, que existía para despejar el “nublado” horizonte de lo sostenible del tipo de cambio real actual (particularmente después del “efecto tequila”) era el gasto público. El proyecto de presupuesto 1996 versus el presupuesto 1995, que aprobó el congreso en octubre del año pasado, contiene una baja de gasto de 4,5% ($ 1.900 millones) pero, comparando el gasto proyectado para 1996 con el crédito fiscal vigente 30/06/95, surge la caída en las erogaciones es de solamente ($ 200 millones).

En síntesis, para 1996, el gobierno no está proyectando baja de gasto adicional al exiguo recorte que ya se aplicó en lo que va de 1995 (4.0 % o 1.700 millones) y, en términos del problema macroeconómico que tiene hoy la Argentina (cómo hacer que el tipo real de cambio esté más cerca de su sendero de equilibrio estable). El ajuste fiscal que se promete es de efecto nulo. Para “dar vuelta” las cosas se requeriría volver hacia atrás con por lo menos el 50% ( $ 15.000 millones nominados o el 5% del PBI) del aumento de gasto que se hizo desde el lanzamiento de la convertibilidad.

Por lo tanto, el ajuste fiscal seguirá siendo extremadamente duro para la actividad y el empleo.

El Cronista – Pág. 2 – 5 de Octubre de 1995

José Luis Espert

José Luis Espert

Doctor en Economía

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